La palabra es plata, el silencio es oro

No estaría de más que nuestros políticos reflexionaran sobre esta frase, atribuida a Aristóteles, ahorrándonos eventos innecesarios que descienden hasta lo ridículo o indiscreto en la presentación de sus personas. Algún “emergente” ha puesto de moda esta streeptis mediática, seguida por todos por miedo a perder el contacto con la gente, que dicho sea de paso, en muchos casos ha caído en estas redes. Lo que debería interesarnos es el programa político de los aspirantes a gobernar, y lo que han demostrado hasta ahora; rara vez se saca claridad de ideas si se los oye en sus debates-mítines en los que se pelean unos con otros, poniendo con frecuencia de manifiesto el desconocimiento de cosas de las que presumen (véanse las manifestaciones de Rivera e Iglesias sobre la obra de Kant) o las incongruencias en los hechos, que no concuerdan con los dichos (el diputado condenado a 3 años de Iglesias que va en sus listas).

Podría añadirse quizás algún programa –no la proliferación que sufrimos- que acercara la parte humana del político en cuestión.

Por eso me parece bien que Rajoy acuda sólo en contadas ocasiones a los debates; se trata además de medirse con candidatos homogéneos y no con cualquiera, que aún sin estar aún en las instituciones quiera meter baza poniéndose a la altura de quien no está.

Sería de desear que el sentido común regresara a la política y supiéramos discernir lo importante de lo banal y no nos dejáramos engatusar por “los picos de oro” y las apariciones de los que prometen lo imposible, no sé si ingenuamente o a sabiendas que no lo van a poder cumplir.

 

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