Los progres

El término “progre” hace alusión a lo más peculiar y singular de la izquierda. En realidad representa lo contrario de la misma.

Los “progres” son, en este caso sí, la vanguardia de la izquierda. Son los encargados de velar por el dogmatismo, el sectarismo y el relativismo existente en una parte de la misma.

Para ellos la derecha es sinónimo de demonio, nada bueno puede venir de ellos y por tanto nada hay que pactar con ellos, tienen que ser aislados, arrinconados.

La derecha tiene también sus particulares “progres”, igualmente dogmáticos hasta la médula, que consideran que la izquierda es la fuente de todos los males que aquejan a esa “su” España del águila con la que se envuelven a la más mínima. Tal para cual.

Pero, en definitiva, cuando hablamos del auténtico “progre”, del original, nos estamos refiriendo al identificado con la izquierda. El otro, en realidad tiene un nombre distinto.

El primero se caracteriza por su antiamericanismo, antisemitismo, antimilitarismo (salvo que sean guerrillas en Sudamérica), globalifobia, y por su ecologismo de salón.

Debido a su nivel dogmático no se debe discutir ni llevar a cabo libres polémicas con ellos, su ideología es la mejor y punto. Su dogma está muy por encima de todo y de todos.

Cuando algunos líderes políticos de la izquierda afirman que ellos son progresistas lo que realmente quieren decir es que son únicamente “progres”.

El “progre” está especialmente interesado en conceptos tan loables como la solidaridad, la libertad, la igualdad (¿y quien no?), pero en su compromiso con tales conceptos suele comportarse a menudo de manera incoherente con sus pretensiones llegando a una degradación de la conducta.

 

Y es que el progre no es progresista porque no es persona de ideas, al estar más cerca de la conveniencia propia que de la reflexión.

Le importa más defender sus puntos de vista, su estilo de vida, que mejorar realmente la sociedad.

El progre siente que los consejos morales amenazan sus costumbres, a las que bajo ningún concepto está dispuesto a renunciar. Es por ello por lo que algún autor los califica de egoístas extremadamente reaccionarios.

Efectivamente, el negativismo y el espíritu de confrontación, derivados del modernismo que siempre han tratado de mostrar y de ese afán de protagonismo, les impulsa a comparecer en cualquier acto multitudinario de “NO a algo”.

Son gente molesta para todo el que persigue la armonía y el equilibrio.

Además hay que destacar su instinto de rebaño porque un progre sólo no es nada, necesita rodearse de los suyos, necesita un consenso antes de pronunciarse. Pudiéramos afirmar que el progre va a la contra, eso es lo que les gusta pensar a ellos, pero en realidad se mueve al compás de su gente.

El progre muchas veces no puede decir lo que piensa por miedo al “que dirán los míos, los de más allá”.

Son extremadamente radicales en su sectarismo. Se alimentan exclusivamente de las informaciones que les ofrecen los medios de comunicación que ellos consideran afines. Los demás no existen, no interesan.

Lo mismo les ocurre con el mundo de la cultura, si un autor no es santo de su devoción, da igual lo que pueda escribir, directamente queda condenado al ostracismo. En realidad funcionan bajo unas pautas en extremo “gremiales”.

En este sentido, habría que decir precisamente a esos “progres” que el dogmatismo y el sectarismo tienen una característica común a todas las ideologías, tienen más en cuenta al autor, su procedencia y su trayectoria, que lo que este expresa.

El progresismo real es todo lo contrario, da toda la importancia a lo que se dice, no quien lo dice. Lo relevante es el discurso, el contenido.

Estas son algunas de las preguntas que deberían responder esos falsos progresistas:

¿Por qué en el medio oriente no se puede ser progresista?

¿Por qué no se pronuncian contra un dogma que haciéndose política mantiene a los países en los que prospera en la más absoluta miseria, violando de paso el albedrío de sus habitantes?

¿Por qué no se defienden los derechos de la mujer, de los homosexuales, de los ateos o de la intelectualidad discrepante en el mundo musulmán?

¿Por qué quienes tanto se oponen al belicismo no han llevado a cabo manifestaciones masivas contra el genocidio efectuado en la región de Darfur, en Sudán?

¿Por qué nadie marcha contra la política de un gobierno que, como el de Corea del Norte, ha matado a millones de sus ciudadanos de hambre?

¿Por qué no se democratiza la ONU (en la que un gobierno como el chino es miembro permanente del Consejo de Seguridad mientras viola sistemáticamente los derechos humanos y se niega a legitimarse en las urnas?

¿Por qué nadie se manifiesta contra lo que sucede en Venezuela o en Cuba?

¿Es que acaso no debería de declararse el terrorismo como ilegal para, de esta forma, provocar de una vez por todas que la flor y nata del mundo del cine y de la cultura de este país se colocara una pegatina en su solapa con un rotundo NO A ETA?

O peor aún, ¿Es que este mundo tan selecto considera que el terrorismo en general es ilegal pero no el de ETA?

¿Por qué se dicen progresistas si en realidad son reaccionarios?

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