Un salvamento inédito

El otro día presencié una escena que debo confesar me emocionó. A mí, y presiento que a las veinte o treinta personas que se pararon, como yo, a ver qué pasaba.

Resulta que, de pronto, en una de las calles de mayor circulación de esta Málaga de nuestros amores la Avenida Principal, casi esquina a calle Larios, para los que conocen Málaga, se originó un enorme atasco de circulación, con el consiguiente concierto de bocinas y voces por todas partes.

Hasta aquí todo más o menos dentro de lo normal. Pero ¿qué producía toda esa algarabía?

Sencillamente un camión como una montaña, de esos enormes de 5 ejes, se había parado frente a la esquina de la calle del Mar, primera bocacalle a mano derecha desde calle Larios, y se metió bajo su camión.

Los que estábamos cerca contuvimos le respiración, bueno, yo al menos; ¿sería un niño que se habría saltado el semáforo? ¿un ciclista despistado? ¿un peatón de los que siempre van deprisa?

Hasta que a los pocos segundos salió el camionero de las entrañas de aquella ballena de vehículo, al que no había siquiera parado el motor, con un guacharillo entre sus manazas, lo enseñó como un trofeo a todo el mundo, especialmente a los conductores que tras su camión hacían reventar sus “claxons y sus gargantas”, y lo depositó cuidadosamente en la cruz más accesible de uno de los maravillosos y espectaculares “Ficus” que adornan esa vía.

Y entonces es cuando se produjo mi mayor asombro y emoción.

¡Todo el mundo rompió en un aplauso impresionante, incluidos los conductores antes vociferantes! Y creo que también saltaron algunas lágrimas, furtivamente recogidas, a juzgar por la actitud de una señora bastante joven que estaba a mi lado esperando cruzar la calle.

Si todavía quedan sensibilidades así, ¿cómo es posible que se las quiera destruir con campañas que todos sabemos?

 

¿Cómo es posible que esta sociedad, de la que considero una muestra bastante representativa los que allí éramos espectadores, se deje manipular con argumentos TOTALMENTE FALSOS, que se derriban tan fácilmente como el camionero acalló las beligerantes protestas de los otros conductores, con tan sólo enseñarles el pajarillo?

Hay por ahí muchos pajarillos que se les debe sacar de debajo de las montañas de torcida información, para ser debidamente evaluadas, como la vida de ese ser pequeño e indefenso, aunque no llegue a la categoría de ser racional. El pajarillo, por supuesto.

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