Que sepas que ser…eres

Anchoa del Cantábrico, pagan por ti una fortuna por ser los primeros en comerte tras cinco años de abstinencia, es la ilusión de algunos “privilegiados”. ¡Qué te hubiera costado ir más al sur antes de ser pescada! Te llamarían boquerón y costarías menos de la mitad. Total, para vosotras no existen fronteras en la mar, vais donde queréis, pero habéis tenido que acabar pescadas en el reino de los sibaritas. Da igual lo que paguen en lonja por vosotras, el sibarita piensa que la calidad siempre va en consonancia con el precio. Lo más seguro que algunas acabéis como plato estrella en un restaurante de alta cocina (a razón de medio lomito por plato), porque ahora lo importante no es comer y llenar el buche, sino experimentar un millar de sensaciones y aromas acompañadas con pinzas y una lupa para poder ver lo que comemos. Pero no temas, no le vas a quitar el pódium a la angula: mi abuela siempre me contaba que compraba angulas a precio irrisorio (vamos… como si fueran espaguetis), además… ¿qué sabor tiene la angula si le quitas el aceite de oliva, el ajo y la guindilla? Si le cambio la textura, sin poner condimentos y convirtiéndola en un paté… ¿alguien sabría acertar lo que está probando? No es lo mismo que el jamón ibérico ¿eh?  Dejémonos de sandeces; todos sabemos que Japón hace subir el precio de la angula porque las compran para criar anguilas y venderlas como un manjar. Ellos son listos, pero nosotros… ¿qué pretendemos? ¿Vivir de la tontería? ¿Diferenciar nuestro status social? Amigo sibarita: ¿tienes paladar para degustar las especies en vías de extinción simplemente por quedar bien? Que sepas que ser… eres. Ponte tú mismo el calificativo despectivo.

 

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