Incompetente, incoherente, mendaz y autoritario

Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados el 9 de abril de 2020 (foto Flickr Partido Socialissta)
Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados el 9 de abril de 2020.

En la tribuna del pasado día 28 me refería a lo que, al comienzo de la novena semana, de la crisis del coronavirus, y transcurridas más de seis desde la declaración del estado de alerta, consideraba errores más graves de entre los cometidos por el Gobierno.

Es mi propósito ahora centrarme en el análisis sobre cómo estos errores permiten  esbozar algunos aspectos del estilo de gobierno y, más aún, de la personalidad del presidente, Pedro Sánchez. Sin ánimo de juzgar intenciones, y sin descalificaciones personales y “apriorísticas”, es el protagonismo inusitado del señor Sánchez el que obliga a “poner el foco” sobre su persona.

Como no es posible –por razones de espacio y para no aburrir al lector- realizar un estudio exhaustivo de ese estilo y personalidad, me limitaré a esbozar cinco aspectos que considero relevantes.

1. Incompetencia, es decir “carencia de capacidad para hacer cierta cosa, especialmente para realizar un trabajo u ocupar un puesto” (RAE). La actuación de Sánchez durante estas semanas no hace, desgraciadamente, sino confirmar lo que muchos ciudadanos habíamos advertido. Se trata de una persona con escasa preparación intelectual y profesional, más allá del controvertido doctorado en Ciencias Económicas/Empresariales. Hasta su elección como secretario general del PSOE en 2014 y, posteriormente, en 2017, nada hay digno de mención en su “curriculum”, ni siquiera durante su periodo como concejal del Ayuntamiento de Madrid -en la oposición- entre 2004 y 2009, ni como diputado del Congreso entre 2009 y 2013, es decir hasta el momento de su nombramiento como líder del PSOE. Salvo cuatro años (1996-2000) en que fue asesor de una euro-parlamentaria (por supuesto, militante del PSOE), toda su carrera se ha desarrollado dentro del organigrama del partido.

Muestra incompetencia al unirse a Italia en sus exigencias de mutualización de las ayudas de la Comunidad Europea. Es “apuntar al caballo perdedor”, además de “manipulador”, como se demostró hace unos días, cuando el primer ministro italiano “le hizo la cama” afirmando que era España la que estaba interesada en acudir al MEDE. Las situaciones de España e Italia son completamente diferentes: Italia terminó 2019 con una deuda pública superior al 130% en relación al PIB, mientras que la de España fue inferior al 96% (que no es poco); el PIB italiano creció, entre 2015 y 2019, un 0,8/1,3/1,7/0,8 y 0,3, mientras que en España la evolución fue: 3,8/ 3/2,9/ 2,4/2%. Parece más inteligente mantener un perfil bajo (cfr. Portugal) y cultivar con una buena relación con Alemania (por encima de todo) y Francia.

Es de justicia reconocer un punto fuerte –la resiliencia-, y una habilidad: su oportunismo, que, desgraciadamente, parece ir más allá de lo éticamente permisible, incluso en un mundo tan particular como la “cocina” de un partido político.

2. Incoherencia: “cosa que contradice a otra, o no guarda con ella una relación lógica” (RAE).  Para muestra basta un botón: el giro de 180 grados entre el “relato” posterior a las elecciones generales de abril de 2019 y septiembre de ese año, y el experimentado inmediatamente después de conocer el resultado de las elecciones de noviembre, seis meses y medio después. 

Centrados en la actual pandemia, la reiterada falta de autocrítica –atenuada en los últimos días, previsiblemente por el temor de no ver aprobada la nueva prórroga del estado de alerta- contrasta con su declaración en 2014, a propósito del fallecimiento por ébola de dos misioneros españoles que lo contrajeron en África y la infección de una de las enfermeras que les atendieron: ·”Asistimos al espectáculo lamentable del desgobierno por parte del señor Rajoy”. 

Si bien es comprensible -e incluso necesario- establecer un “mando único”, durante el estado de alerta, no deja de sorprender su incapacidad –o negación- de diálogo y búsqueda de consenso, en un Estado sumamente descentralizado, cuando, paradójicamente, entre su toma de posesión a comienzos de enero y la declaración del estado de alerta, hemos comprobado una capacidad de cesión con el Govern de Cataluña que únicamente superó Rodríguez Zapatero, cuando en 2003 -estando en la oposición y sin imaginar que, como consecuencia del 11M, iba a ser presidente del Gobierno pocos meses después- afirmó que aceptaría cualquier propuesta de autogobierno que aprobase el Parlamento de Cataluña.

 

3. Mendacidad: “mentira o falsedad” (RAE). Tanto el presidente como su “gabinete de crisis" han incurrido en  continuas falsedades –o cuando menos, inexactitudes, engaños, manipulación de datos, ocultaciones- de una manera continuada: negando no haber seguido los consejos de la OMS (la Alerta Internacional a causa del coronavirus es de 31 de enero; es obvio que internacional no significa únicamente China y el Sureste asiático), ocultando durante varias semanas la identificación de la sociedad intermediaria de los suministros “fake”, etc.

El colmo de este modo de proceder se produce con ocasión del estudio de la OCDE sobre el número proporcional de “test PCR” realizados en la mayor parte de los países de esa organización. El Gobierno suma los “test para detectar anti-cuerpos” a los test PCR, que eran el objeto del estudio, para afirmar que España estaba por encima de la media de los países integrantes de la OCDE. Al día siguiente por la tarde, bastantes horas después de que, a lo largo de la mañana (todo ello “hora española”), la OCDE rectificase públicamente señalando la verdadera posición de España en dicho “ranking”, Sánchez reitera en una comparecencia pública lo que se ha probado fehacientemente como falso. En el mismo sentido, el portavoz de la Universidad John Hopkins tiene que desmentir expresamente que algún estudio de dicha institución haya situado a España en el quinto puesto entre los países más eficientes.

4. Autoritarismo: “Abuso que hace una persona de su autoridad (RAE). La falta de diálogo, el menosprecio de los grupos de la oposición, el hábito de no consultar a las CC. AA, sino, en todo caso, de atender a posteriori y de mala gana sus propuestas, constituye un clamor en la opinión pública y publicada.

El reiterado intento de evitar el control parlamentario hasta su forzada rectificación, siendo así que, constitucionalmente, el control parlamentario es parte sustantiva cuando se declara el estado de alarma.

La no comparecencia en el Parlamento –esta semana acudirá por primera vez al Senado-, salvo tarde y “a rastras”.

Algo similar se puede decir del formato de las –por llamarlas de alguna manera- ruedas de prensa. Después de una primera fase en la que todo era filtrado y controlado por el Secretario de Estado de Comunicación, se admitió que los medios hicieran preguntas (no re-preguntas). Como soy algo ingenuo, me agradó observar que en una de esas ruedas de prensa, se daba paso al corresponsal de un medio italiano. Ilusionismo puro: el tal medio italiano se editaba en…..Venezuela.

Prórroga continuada del estado de alerta para mantener el “mando único”, cuando hay varias normas legales: Ley Orgánica de Medidas Especiales en Materia de Salud Pública promulgada en 1986 y modificada en marzo de 2020, Ley General de Salud Pública, de 2011, Ley de Seguridad Ciudadana, de 2015, tan criticada cuando formaba parte de la oposición y profusamente utilizada durante el estadio de alerta. La única excusa es la dificultad real para controlar la movilidad inter-provincial, como si no existieran los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y patrullas no armadas del ejército.

Asustado ante la posibilidad de un rechazo parlamentario a dicha prórroga –o, al menos, a una aprobación con un número de “noes” y “abstenciones” superiores a los “síes”-, no ha tenido mejor ocurrencia que incluir entre las Órdenes Ministeriales, que sobre el desarrollo de la Fase 1 de la “desescalada” publica el BOE, una sobre la co-gobernanza en su desarrollo.

Termino. Sin disculpar nada de lo expuesto, intuyo que hay un factor adicional que condiciona todo: un sesgo narcisista (“complacencia excesiva en la consideración de las propias facultades”, RAE). Dicho vulgarmente, pienso que el presidente Sánchez se mira de en el espejo y se siente  encantado de haberse conocido.

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato