El PSOE y la piedra de la locura

Susana Díaz y Javier Fernández.
Susana Díaz y Javier Fernández.

No necesito visitar la triste sede federal para intuir que el ánimo horribilis del 1-X pulula aún por los pasillos de Ferraz aullando como alma en pena, desatando lloros espontáneos aquí y allá o emergiendo de las paredes cual cara de Bélmez para sobresalto nocturno de más de un bedel.

Ha sido tal la tensión acumulada, tanto el grado de incoherencia asumido, tantos los meses de frustración, de desencanto, de bochornosas contiendas internas. Y han sido tan clamorosas las derrotas que la abstención autoimpuesta viene a ser como la extracción de la piedra de la locura. Pero para eso hay que trepanar. Otra vez.

Así que la cuestión ahora es saber si el pobre diablo se deja o no.

Ojo, no seré yo quien desanime al personal a ejercer de matasanos dadas las circunstancias. Pero ya digo, habrá que maniatarlo. Porque es tal el grado clínico que el PSOE va y viene entre la ensoñación quijotesca y la fiebre autolesiva sin solución de continuidad. Algo así como el niño de El resplandor aunque con dos insidiosos deditos: el del PSC y el del liderazgo.

Este último lleva demasiado tiempo ocasionando rotos a todos los niveles. El penúltimo -por incomparecencia de Susana- lo protagoniza Josep Borrell, que se ha pasado de la abstención al no con la limpieza energética de un exconsejero de Abengoa. Su entrada en escena, promovida desde el sanchismo, augura otra encarnizada guerra civil en primarias. Tal vez Díaz tenga que lamentar haber dejado digievolucionar a su rival de Pedro 'El guapo' a 'Jacobino' Borrell.

Lo del PSC podría solventarse con una ¿sencilla? reformulación de las relaciones con el socialismo catalán que al parecer no exigiría revolver en los Estatutos pero que, en cualquier caso, no comunica nada bueno. Y sigue siendo una ruptura.

Contando a los siete de Iceta, el número de diputados dispuestos a contradecir en sesión de investidura lo acordado en el Comité Federal ronda ya la veintena -Sánchez entre ellos- y eso, traducido en eventuales expulsiones enviaría al Grupo Parlamentario Socialista a la cola (nunca mejor dicho) de Unidos Podemos, o lo que es lo mismo: adiós al liderazgo de la oposición en el hemiciclo. Un trauma más.

De forma que, conforme pasan los días, se nos hace más digno de loa y admiración el socialista tranquilo, Javier Fernández, que sigue pilotando discretamente la nave, arrancándose los manojos de enanos iracundos sin un aspaviento. Pena que gusten más los canallas.

En cualquier caso, parece que el sábado tendremos al fin presidente. Y luego Gobierno. Quién lo diría. Paladéenlo pero no se confíen. En la habitación 237 del PSOE hay demasiados demonios. Y no por mucho madrugar amanece más temprano. No por mucho madrugar amanece más temprano. No por mucho madrugar amanece más temprano.

 
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