Dom Hemingway vs Guy Ritchie (atención spoilers)

Acabo de ver la película Dom Hemingway (en streaming -lo siento, ministra Sinde-) y hay en ella un pequeño diálogo que se me ha quedado grabado y que me he prometido utilizar cuando me llamen para dar conferencias por todo Estados Unidos. Pero cada cosa a su tiempo.

Cuando ves el tráiler de Dom Hemingway (DH) piensas inmediatamente en las películas de Guy Ritchie y en sus adorables cockneys, siempre a medio camino entre hacerse ricos de golpe y morir de la peor de las maneras. Si Guy Ritchie trata de mezclar la comedia de los Hermanos Marx con los bajos fondos ingleses de, por ejemplo Get Carter, DH intenta rizar el rizo y añadir otra variable a la ecuación: el drama familiar. Sin embargo, a mi juicio, se queda corto en los tres elementos del mejunje.

DH comienza de una manera tan desagradable que ni Guy Ritchie, ni el propio Tarantino se habrían atrevido a hacerlo. El director de la coreana Old Boy sí se habría atrevido, pero todos sabemos que los chinos están locos. Poco después de esa escena en la que -¿no lo he dicho ya?- un compañero de celda le hace a DH una felación mientras él recita un panegírico épico dedicado a su falo, un guardián le comunica a DH que le han concedido la libertad provisional. Así nos enteraremos de que DH ha purgado en prisión durante 12 años, por no chivarse del cerebro de un robo en el que él había participado como gran experto revienta-cajas. Mientras estaba en la cárcel, su hija ha crecido y su mujer se ha divorciado, se ha casado con otro y, por último, se ha muerto de cáncer. DH está furiosos con la vida y quiere recuperar su dinero, pero lo que recuperará, al final de la película, será su vida.

Ya he dicho una de las grandes diferencias entre DH y Guy Ritchie: las pelis de éste último no son dramas y DH, en definitiva, lo es. Otra cosa es que tenga puntos divertidos. En segundo lugar, las de Guy Ritchie son películas corales: en algunas de ellas apenas se puede decir que exista un personaje principal, sólo uno alrededor del que gira la mayor parte de la historia. En Snatch, por ejemplo, hay una constelación de buenos actores, como Brad Pitt y Benicio del Toro, que tan sólo son secundarios, pero ¡qué secundarios! Guy Ritchie te hace encariñarte con cada maleante que aparece en pantalla, dispuesto a torturar a otros maleantes, en cada una de las pequeñas sub-tramas. En cambio, DH gira absolutamente alrededor de Jude Law (DH), que lo hace maravillosamente, pero no es lo mismo. El argumento es poco enrevesado, tiene lugar en sólo un par de días y las escenas se dan más maña en retratar a un envejecido exconvicto, adicto a la coca y a las mujeres, que a hacernos pensar en cómo saldrán victoriosos del lío en que se han metido, como le ocurría a Jason Statham y a su socio.

No sé si Guy Ritchie escribe sus propios guiones, o si sólo los firma, pero se podrían llenar cientos de camisetas con movie quotes de sus gánsteres tratando de amenazar a sus compinches del modo más original posible. En DH, sólo me he molestado en anotar dos diálogos dignos de ir a mi lista de citas memorables.

Por último, merece la pena tomarse la molestia de copiar los CDs con las bandas sonoras de las películas de Guy Ritchie (yo no pago por oír música), mientras que en DH sólo me ha parecido buena una canción, una versión de “Fisherman´s blues”, de los Waterboys, que es mejor que la original –a mi juicio- pero que en la película ni siquiera nos dejan oír completa, no sé por qué.

Bueno, ¿y entonces por qué me he puesto a escribir? Pues porque, próximo al desenlace, DH tiene un encuentro con una prostituta, a la que ha salvado la vida, y que le ha prometido la mayor de las suertes como recompensa. Siendo así que DH es un perdedor, ¿dónde está la suerte? No voy a revelarlo pero, en el transcurso de la conversación, la fulana le dice a Dom que, si de verdad quiere recuperar a su hija -la hija que él abandonó cuando le condenaron-, no puede esperar que la suerte le caiga del cielo porque “love is what you make” que, para mí, habría que traducir por “el amor es lo que tú hagas de él”. Esta frase, en boca de una meretriz llamada Melody, me ha llegado al corazón. Yo no suelo emocionarme, pero estoy hasta el moño de comedias románticas americanas en las que la protagonista o el protagonista se pasan la vida buscando con quién acostarse, tratando de encontrar a “the one”, la persona perfectamente compatible con ellos y con la que podrán pasar el resto de su vida en un barrio residencial de Boston, como en la serie Mujeres Desesperadas. “The one” no existe. No existe la pareja perfecta, el esposo perfecto, la hija perfecta. Sólo existimos nosotros mismos y nuestra voluntad de amar, cada día un poco, a los que tenemos alrededor. Sólo existe, sobre todo, nuestras ganas de soportar a los demás minuto a minuto y de soportarnos a nosotros mismos, como DH trata de hacer, después de ver cómo se ha dejado media vida en una sórdida prisión londinense.

 
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