Mozilla, JavaScript y el matrimonio gay (y IV)

No les puedo decir qué sea hoy el matrimonio, pero puedo intentar decirles lo que era en origen y lo que volverá a ser algún día, si me permiten este farol. Para mí el matrimonio es una unión heterosexual, abierta a la vida, estable, monógama y exclusiva. Por estable, quiero decir que potencialmente dura tanto como la vida de los esposos. Por monógama, me refiero a que, idealmente, se trata de una relación entre uno y una, solamente y, finalmente, por exclusiva me refiero a que durante el tiempo que dure el vínculo matrimonial los esposos no deben tener relaciones sexuales fuera de la pareja. No obstante, me veo obligado a admitir que, en cuestiones menores, el matrimonio ha revestido formas y ha tenido características distintas, dependiendo de la época y de la cultura: poligamia, divorcio, desigualdad entre esposos…

El matrimonio debe ser heterosexual porque está abierto a la vida, lo que no significa que de cada coito tenga que surgir un nuevo contribuyente a la Hacienda Pública. Seamos sinceros, el matrimonio no existiría si la reproducción humana fuera asexual y si los hijos fueran autosuficientes desde el mismo momento del nacimiento. El matrimonio tiene una relevancia especial para el Derecho, que imposibilita su encaje en cualquier otra figura jurídica, precisamente porque del matrimonio surgen nuevas vidas y, si no fuera así y todo lo que pasara en el matrimonio es que dos personas se quieren y se ayudan, tal relación, muy posiblemente, se podría haber protegido mediante algún tipo de contrato.

Si se niega que la unión genital tiene un significado procreador (aunque no siempre se procree) y que dicho acto procreador es parte necesaria del matrimonio, entonces cualquier tipo de gesto afectivo, como una caricia, también podría ser suficiente para establecer el tipo de unión relevante para configurar el matrimonio.

Es inevitable reconocer que los distintos elementos de la naturaleza tienen una finalidad. Si no fuera así, si el ser humano pudiera usar de los demás seres humanos, o de la naturaleza, con la finalidad que le viniera en gana en cada momento, se justificarían los mayores crímenes y los mayores desastres naturales. Si, por ejemplo, un ser humano pudiera considerar que otro ser humano sirve para hacer jabón con su cuerpo, matar a seis millones de judíos o hacer que desaparezca una especie animal, estaría justificado; y no hay biólogo en el mundo que no afirme que, en los mamíferos, los genitales tienen la finalidad (entre otras) de procrear y de perpetuar la especie. Por todo ello, la unión genital homosexual es incompleta, carece de uno de los fines más relevantes, más allá de la demostración de amor y de la búsqueda de placer. Por eso, la unión heterosexual es radicalmente distinta y debe recibir un trato distinto.

La característica de que el matrimonio debe estar abierto a la vida también nos lleva a la que posiblemente es la única característica totalmente común a todas las legislaciones sobre el matrimonio, de Norte a Sur y de Este a Oeste: en el matrimonio, los hijos de la esposa son automáticamente considerados hijos del marido, sin necesidad de ningún tipo de reconocimiento o trámite. Si esto está ausente, es absolutamente imposible llamar a esa relación un matrimonio y esto falta, necesariamente, en el matrimonio gay.

Hacer hincapié en la característica de que los matrimonios heterosexuales pueden procrear, y los homosexuales no, nos lleva de cabeza a la cuestión de la infertilidad. Un matrimonio infértil no es lo mismo que un matrimonio homosexual, pues la infertilidad es una enfermedad, mientras que, cuando dos hombres practican el sexo anal, no pueden concebir, pero no porque les pase algo raro, sino porque los cuerpos de dos mamíferos adultos, del mismo sexo, no están pensados para ello. La infertilidad se puede curar, en un gran número de casos y, conforme pasen los años, la ciencia conseguirá que ese número aumente. Además, un ser humano que nace sin brazos no es menos ser humano por eso y un varón infértil sigue siendo un varón, que es lo que hace falta para el matrimonio con una mujer. Las relaciones sexuales también siguen ciertos ciclos: en unas son fértiles y en otras no, pero todas ellas pueden estar abiertas a la vida si no se ponen obstáculos a la misma, por multitud de factores. Por último, el matrimonio no tiene como única finalidad la procreación y educación de los hijos, sino también posibilitar el amor entre los cónyuges, su goce sexual y la ayuda mutua.

La obvia objeción a este planteamiento es que los homosexuales pueden paliar su “infertilidad” con la adopción, pero la adopción es, en origen, un sustituto a una situación anómala: la infertilidad de la pareja heterosexual y, sin embargo, en la pareja homosexual no existe ninguna situación anómala. No es una anomalía que dos varones no puedan tener hijos, es lo normal. Además, exigir el derecho a adoptar no debería ser algo tan urgente para las parejas homosexuales, si dichas parejas insisten en que la procreación –el tener hijos- no es en realidad algo tan propio del matrimonio.

Un profesor de Derecho, de Estados Unidos, me dijo un día que, en su país, mucha gente dejaría de estar a favor del matrimonio gay si se encontrara solución a ciertas peticiones que hacen algunos homosexuales, que alegan que no pueden visitar a su pareja en el hospital o realizar algunos trámites administrativos beneficiosos para ella, o para los dos, porque de cara a la ley no son parientes. Este tipo de problemas, en realidad, son minúsculos, y podrían resolverse de múltiples formas como con poderes notariales, normas administrativas apropiadas, cláusulas en los seguros médicos o incluso mediante leyes de parejas de hecho.

Por último –ahora sí-, no es verdad que la aprobación del matrimonio gay no vaya a afectar al matrimonio heterosexual. Muchos defensores del matrimonio gay afirman a las claras, en sus artículos y trabajos, que el matrimonio gay no es más que otro paso hacia la destrucción del matrimonio tradicional. Ver el matrimonio sólo como una unión emocional –y por tanto cualquier unión emocional debería ser un matrimonio- perjudica la estabilidad del matrimonio porque entonces el matrimonio sólo tendría sentido mientras exista esa emoción entre los esposos; es más, cuando tal emoción hubiera desaparecido, el matrimonio también habría dejado de existir.

 

No se puede jugar con el matrimonio. Incluso desde la perspectiva más individualista y egoísta del mundo, el Estado y los ciudadanos tienen un interés enorme en que el matrimonio sea estable y sea el corazón que bombee sangre a la sociedad; sangre buena, sangre que pueda ayudar a otros órganos a moverse y a que el cuerpo entero viva una vida plena y feliz.

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