Una nueva ley del aborto (II)

¿Es el feto un ser humano? En primer lugar, debemos plantearnos si estamos capacitados para afirmar que ALGUIEN, cualquier persona, es un ser humano. La cuestión no carece de importancia puesto que gran parte de la filosofía moderna y contemporánea se dedica a negar que podamos llegar a conclusiones verdaderas acerca de lo que perciben nuestros sentidos. Es decir, podríamos decir que "parece que veo un amasijo de grasa, huesos y músculo cubiertos de piel y pelo", pero nunca decir "estoy viendo un ser humano". Eso supondría expresar una verdad universal, no contradecible por ninguna otra persona, y eso algunos no lo admiten. Lo único que se podría decir, en este contexto, es que existe una convención por la que nos ponemos de acuerdo en darnos a nosotros mismos el carácter de seres humanos y así convivir pacíficamente... sobre unas premisas que ninguno de nosotros puede demostrar. También habría que negar los derechos humanos, como derechos innatos a los seres humanos, puesto que estos últimos no existen y, así, estos derechos se convertirían en una convención sobre otra convención: una falsedad que nos resulta útil.

Incluso si superáramos este grandísimo escollo, tendremos que encontrar criterios que nos permitan definir qué es un ser humano y comprobar si tales criterios son aplicables al feto. Es decir, tenemos que trabajar de atrás adelante: fijarnos en quienes ya sabemos que son seres humanos, observar qué es lo que les define como tales y extraer nuestras conclusiones. La tarea no es fácil porque, de la misma manera que hoy algunos le niegan la condición de ser humano a los fetos, en el pasado se ha negado la condición de ser humano, de modo más o menos articulado, a los indios, a los negros, a los judíos, a los discapacitados, etc. Si se ha podido negar la condición de ser humano a alguien tan parecido a nosotros, más fácil será negarla acerca de alguien con mayores diferencias –sólo aparentes- respecto de los seres humanos adultos.

Con estas premisas, podemos empezar esta labor de observación y afirmar que, cuando nos fijamos en los demás, primero comprobamos que poseen una estructura física y luego una estructura intelectual. Es decir, primero comprobamos que poseen brazos y piernas y, más tarde, comprobamos que esos "brazos y piernas" son capaces de recibir y producir ideas, por poner un ejemplo, lo que no pueden hacer otros seres materiales. En segundo lugar, podemos afirmar que la estructura física del ser humano, tal como la percibimos a primera vista, no puede ser lo determinante para considerar a alguien un ser humano, puesto que una persona puede nacer sin brazos o sin piernas o perderlos en el transcurso de su vida y seguir siendo un ser humano a ojos de todos. Lo mismo ocurre con muchas otras partes del cuerpo. Algunos objetarán que existen partes del cuerpo que necesariamente han de estar presentes para que un ser humano lo sea, como el cerebro. Sin embargo, tampoco es el cerebro lo determinante, porque si lo fuera y cifráramos en su existencia la cualidad de ser humano, también habría que afirmar que somos "menos" seres humanos, cuando ese órgano tiene una anomalía y el cerebro, sin duda, puede tenerlas de todo tipo.

Tomando el otro camino, y no esta visión tan material, podríamos fijarnos en su "producción" intelectual. El ser humano produce ideas y sentimientos, algo que, como hemos visto antes, no pueden hacer otros seres de la naturaleza. Sin embargo, nos topamos con prácticamente las mismas objeciones que en el caso de la ausencia de órganos o de su erróneo funcionamiento: el ser humano no siempre lleva a cabo el mismo trabajo intelectual o afectivo, ni siempre en el mismo grado. Nadie se atrevería a decir que un disminuido psíquico no es ser humano, o que una persona en coma tampoco lo es. Tampoco se es "menos" ser humano por ser disminuido o estar en coma.

Sea cual sea el criterio utilizado, comprobamos que existen excepciones y, sin embargo, no podemos dejar de admitir la verdad: los seres humanos existen, los vemos cada día entre nosotros. Los seres humanos SON aquellos a quienes vemos cada día entre nosotros y podemos diferenciarlos bien de otros seres de la naturaleza. Nosotros mismos nos definimos como seres humanos completos y no dudamos de ello. Por eso, ¿podemos aproximarnos a la cuestión desde otro punto de vista? Sin tener que acudir a las características del ser humano, simplemente afirmando que lo somos, podemos también afirmar que lo somos en todos y cada uno de los momentos de nuestra existencia. Es decir, somos totalmente humanos en el momento de nacer y totalmente humanos en el momento de morir y no somos menos humanos en ninguno de los momentos intermedios, haya lo que haya pasado en nuestro cuerpo o en nuestra psique: varias pérdidas y reposiciones de todas las células de nuestro cuerpo, pérdida de miembros o de órganos, cambios de carácter o de facultades intelectuales, etc. Esta línea continua, bastante obvia, entre el ser que fuimos al nacer y el que somos al morir, ¿puede alargarse hasta el momento de la concepción? ¿Es el embrión el mismo ser que luego llamaremos feto, luego recién nacido y luego niño y adulto? Sí, no hay duda, porque no se produce ningún cambio sustancial en ese ser y ninguno de los cambios orgánicos o intelectuales que sí se producen es realmente relevante, por las razones que ya se han dado: un embrión o un feto puede no tener todavía hígado o un sistema nervioso completo, pero tenerlo no es determinante para ser un humano en estado embrionario, como tampoco lo es en el ser humano adulto. El humano es un ser en constante transformación y debe ser considerado totalmente humano en cada uno de los momentos de esa transformación. Como decía nuestro Ortega y Gasset: el hombre no es un "factum", sino un "faciendum". Es decir, el ser humano no es algo ya hecho, sino algo que se va haciendo y por tanto ha de ser considerado humano en todas las etapas del proceso.

 
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