La Navidad de hace cien años durante la Primera Guerra Mundial

Con motivo del centenario del inicio de la Gran Guerra se ha escrito mucho sobre las principales batallas, los países beligerantes y neutrales, las relaciones diplomáticas, etc. En la Navidad de 1914, hace cien años, ocurrió un hecho extraordinario, que no puede pasar desapercibido y sí merece ser contado en su contexto histórico.

La Primera Guerra Mundial había comenzado en el verano de 1914. Por un lado, los imperios de Austria-Hungría y Alemania. Y, por el otro, la Triple Entente de Gran Bretaña, Francia y Rusia. A lo largo de la guerra entraron nuevos contendientes: Turquía y Bulgaria con los imperios centrales; Japón e Italia y otros países con los Aliados.

El 3 de septiembre de 1914, fue elegido Papa el arzobispo de Bolonia, Giacomo Della Chiesa (1854-1922), que tomó el nombre de Benedicto XV. A los quince años manifestó su deseo de ser sacerdote, pero su padre no lo aceptó. El joven estudió Derecho en la Universidad de Génova con la máxima calificación antes de poder trasladarse a Roma para estudiar Teología en la Universidad Gregoriana. Después marchó a España como secretario del nuncio Mariano Rampolla del Tindaro. De Madrid volvió a Roma para trabajar en la Secretaría de Estado, primero como oficial y después como sustituto. Tras cumplir una misión especial en Viena fue nombrado arzobispo de Bolonia, y años más tarde recibió el capelo cardenalicio. En su primera encíclica Ad Beatissimi (1 de noviembre de 1914) definió las orientaciones fundamentales de su pontificado. El Papa rogó por el fin de las hostilidades de la guerra y por el inicio de nuevas relaciones entre los pueblos basadas en la fraternidad y la justicia.

Benedicto XV, tanto por su formación jurídica universitaria como por su condición papal, se consideró un defensor de la justicia y la convivencia en todo el mundo. Durante su corto pontificado rogó con frecuencia por la paz. En la Navidad de 1914 pidió a los gobernantes que declarasen una tregua con motivo de la festividad cristiana. En algunas zonas del frente, soldados franceses y británicos junto a soldados alemanes cantaron villancicos durante la Nochebuena y al día siguiente jugaron un partido de fútbol. El resultado fue lo de menos: ganaron los alemanes 3-2.

Este episodio real se recrea en la película francesa Feliz Navidad (2005) dirigida por Christian Carion. Cuenta el romance de un tenor y una soprano en las trincheras alemanas. El 24 de diciembre de 1914, sus canciones son acompañadas por las gaitas escocesas y los coros franceses. Unos y otros comparten la Misa del gallo, olvidándose por unas horas del horror de la guerra. Casi es un cuento navideño de Dickens por la belleza del suceso, pero le sobra romanticismo propio del director francés Carion.

Al día siguiente de la Navidad de 1914 prosiguió la guerra. En 1915 Italia decidió entrar en el conflicto. Este paso golpeó a Benedicto XV, que había intentado que el pueblo italiano no interviniera en la guerra. Por ello, el Papa invitó a los católicos italianos a ofrecer tres días de ayuno. El gobierno italiano firmó con los aliados en Londres una cláusula que desautorizaba la voz del Papa durante el conflicto y excluía a la Santa Sede en las futuras negociaciones de paz. Por otra parte, en estos meses de 1915 y también en 1916, el Papa pidió varias veces el fin de las hostilidades y el inicio de negociaciones de paz. En el Vaticano se creó un centro de información sobre prisioneros de guerra, que recogió setecientas mil peticiones de noticias sobre combatientes y ofreció quinientas mil comunicaciones a las familias; y también se ocupó del intercambio de heridos y de la asistencia material y espiritual a soldados presos y enfermos. Gracias a esta oficina vaticana se consiguió que algunos heridos pudieran ser atendidos en la Suiza neutral.

A pesar de las peticiones de paz del Papa y de otros hombres de buena voluntad, la guerra siguió hasta noviembre de 1918. El balance de la guerra resultó una auténtica catástrofe. El número de heridos superó los veinte millones; el de soldados fallecidos giró en torno a los nueve millones; el de civiles fue algo inferior.

El 5 de diciembre de 1918, Benedicto XV publicó la brevísima encíclica “Quam iam diu”. En este documento rogaba por una nueva edad fundada sobre la paz y la justicia. Según el Papa, la paz verdadera solamente podía encontrarse en Jesucristo.

Los clásicos decían que la historia es maestra de la vida. Esperemos que en esta Navidad se detengan las guerras y se busquen maneras de terminar con la lacra de los conflictos armados.

 

Onésimo Díaz es investigador de la Universidad de Navarra y autor de “Historia del mundo en el siglo XX” (2014).

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