Ser y no ser Charlie Hebdo

Una posición muy extendida es: no debe haber límite alguno; si alguien se considera ofendido que acuda a los tribunales de justicia. Pero si los jueces -la última palabra- se inclinan en alguna sociedad, como la nuestra, por favorecer más la libertad de expresión, ¿dónde queda la justicia? Tribunales de justicia sin justicia.

Un planteamiento distinto: partir de cada persona singular, que no ha de ser insultada, tampoco en lo mas íntimo de sus creencias, para muchos las creencias religiosas o la no creencia.

Ese plano no es el legal, es el de la honradez. “No voy a insultar a nadie en sus creencias”: ver esto como una especie de autocensura es no haber entendido nada. La honradez no es un lujo; contribuye, junto al buen hacer técnico, a que se pueda vivir en sociedad.

Como la altura moral no puede exigirse jurídicamente, se opta por un mínimo: leyes contra la injuria y la calumnia.
Sería de desear que demandas sobre estos temas prosperasen gracias a jueces que piensen más en la honradez de base y menos en subterfugios legalistas.

En este tema, como en tantos otros, todo lo estropea el pensamiento dicotómico: si es esto, no es aquello. Hay que funcionar a la vez en dos planos. Algunas de las caricaturas de Charlie Hebdo van más allá del humor, no son honradas, no respetan la dignidad de las personas creyentes. Pero las represalias violentas por eso son algo mucho peor y no se justifican en modo alguno: es no solo faltar a la honradez, sino entrar de lleno en la barbarie. Una cosa no quita la otra: no ser y ser Charlie Hebdo.

 
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