Voto del miedo o voto inteligente

Lo primero es la libertad de votar y, por eso, libertad de la motivación. Se puede votar por pasión, por venganza, por odio, o votar con inteligencia, es decir, con prudencia. La prudencia examina el pasado y bosqueja las consecuencias futuras de las decisiones actuales. Cuando se desea que no haya tantos muertos en carretera, se anima a conducir con prudencia.

Yendo al voto. ¿Es digno votar por miedo? Porque poderse se puede. Se trata de valorarlo. No todo miedo es malo; es más, hay miedos muy positivos. El miedo es una primera huida ante lo que se cree malo para uno. “No me monto ahí, porque me da miedo”. Y más vale lo malo conocido que lo más malo por conocer,

Ocurre que somos un país de extremismos. Cuando el bienestar estaba asegurado, el extremismo dormía. Pero cuando ha llegado la época de vacas flacas, el extremismo se ha despertado  y es capaz de aquello tan tópico y tan verdadero de "después de perdidos, al río". ¿La cosa anda mal? Démosle un golpe a ver si se arregla.

En estos casos la posibilidad de la prudencia ni siquiera se toma en cuenta en el porcentaje  de la población que no tiene mucho que perder o  que está en la edad de la utopía igualitaria.

Luego se verá que no, que nada es fácil, que nada se consigue (exceptuando a los corruptos) sin el sostenido esfuerzo personal, que la riqueza no se crea sola, que el dinero es siempre imprescindible y que una mala política acaba  en el corralito, nombre demasiado cariñoso para lo que es más bien un estercolero.

Más que de miedo habría que hablar de prudencia Votar por miedo tiene un no sé qué de poco atractivo, pero menos tiene votar por odio.

 
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