Más allá del propio ombligo

         No dejamos de mirarnos el propio ombligo. Se escribe que dos millones de niños españoles están en el umbral de la pobreza. Puede ser. Pero esa pobreza está lejos de la tragedia diaria de muchos millones de personas en África y en lo que no es África.

         Gran sensación, justificada, por los atentados en París contra Charlie Hebdo y un comercio llevado por judíos. Pero en Siria, Irak o Pakistán la actividad terrorista del Ejército Islámico o de los talibanes causa casi a diario decenas de muertos, casi todos musulmanes. En la guerra de Siria más de 15.000 niños han muerto como consecuencia del conflicto.

         Aquí no hay desplazamientos forzados por las guerras. En el mundo hay al menos, hoy, 50 millones de personas que han tenido que abandonar su hogar por guerras y acciones terroristas.

         En España actúan eficaces organizaciones de ayuda: Cáritas, Banco de Alimentos, Mensajeros de la Paz, entre otras muchas. La ayuda llega de forma más directa e inmediata que la que alcanza a otros muchos países. En no pocas naciones millones de personas no están en el umbral de la pobreza: han rebasado con mucho ese umbral y carecen hasta de agua corriente.

         Es verdad que incluso un único caso de desgracia valdría para no estar contentos con la situación españaola. Pero la renta  media  anual per cápita de los españoles, en 2014, según estimación del Fondo Monetario Internacional,  ha sido de 25.360 €. Un poco más abajo, en Marruecos, se han de contentar con 4.214; en Filipinas con 3.370; en Nicaragua, con 2.660; en Afganistán, con 864; por no hablar de la República Democrática del Congo, con 290.

         En España, como todas partes, esa renta está mal repartida. Pero peor lo llevan los países en los que, bien o mal repartida, la renta no llega ni a los mil euros al año. Más allá del propio ombligo están los ombligos de los demás.

 
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