Por la boca muere el tuit

Atención a tener el tuit fácil. Más de trece millones de visitas está cosechando un vídeo de Stromae, un célebre rapero belga de 30 años. Es la historia de un inocente pajarito, el azul de Twitter, que visita a un joven; este lo acepta, lo utiliza. El pájaro va creciendo, haciéndose un monstruo hasta sacrificar al usuario. Es un mal resumen, hay que verlo; se llama Carmen, con música tuneada de la ópera.

Los tuits han casi perdido a Zapata y, si hubiera justicia, desterraría a otros concejales podemitas de la alcaldía de Madrid por expresar el tuitero deseo de guillotinar a Gallardón o empalar a Toni Cantó.

No culpo a Twitter. Un un medio de expresión más y tiene el mérito de revelar los (malos) pensamientos de algunos. Gracias a Twitter sabemos qué tipo de sentimientos tienen esas personas hacia los que no piensan como ellos.

Se suele decir que no hay que hablar mal de los muertos; tampoco de los vivos. Puedes no coincidir en política con alguien pero eso no es motivo para insultar, denigrar o calumniar. Por una sencilla razón: eso es odio y con el odio no se construye nunca nada.

Confieso que me dio cirta pena ver la cara de Zapata pidiendo disculpas, como si ignorase lo que había hecho. Pensé en cientos de miles como él, quizá (des)educados en el odio. Pensé en los hijos que pueden tener, destinados a ese mismo odio.

¿Tan difícil es, en política, competir, como en el buen deporte, respetando al adversario? Algunos de Podemos (no creo que sean todos) no han entendido nada que sirva para construir. Y hacen mal quienes pagan con la misma moneda, odiándolos.

Lo que dan es lástima. Porque, aunque lo ignoren, el mal que hacen se lo hacen, antes que nada, a ellos mismos. ¿Cómo se puede quedar la conciencia después de alegrarse con el deseo de torturar y matar a alguien? ¿O haciendo gracietas sobre seis millones de inocentes sacrificados, incluidos cientos de miles de niños y niñas?

 
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