El pueblo no se equivoca, o sí

            El pueblo realmente pueblo, el común de la gente sin poder, tiene en sus manos la varita mágica del voto. Con la suma de millones de toques de esa varita  se puede  cambiar un país de cabo a rabo. Para bien, para mal o para peor.

            Se dice: el pueblo ha hablado: la razón está con él. O no.

            El pueblo ha sido engañado multitud de veces por los políticos, en tiranías, en monarquías, en oligarquías y en democracia. En democracia, donde  tiene algo de más cancha (tampoco demasiada), el pueblo es más un conjunto de emociones, prejuicios y simplificaciones que una suma de análisis racionales y de consideración de los precedentes y de las consecuencias.

            Hay que recordar cuánto apoyo popular tuvieron desde el principio los principales totalitarismos del siglo XX: comunismo soviético, fascismo, nazismo y maoísmo. Y el nazismo por las urnas. El pueblo aclamaba a Chávez; ahora no a Maduro, porque el pueblo está haciendo colas.

            Parece que una parte creciente del pueblo español no piensa que los actuales cantos populistas son de sirenas. Queda enganchada oyendo la cantinela de Iglesias y Monedero, que desgranan una colección de tópicos típicos de hábiles pero engañosos vendedores ambulantes. Hay que ser muy poco crítico si se cree un mensaje como este: “Ahora todo está mal, con nosotros todo estará bien”.

            Esa parte del pueblo puede pifiarla. Y si ocurriera lo que puede ocurrir ni le devolverán el dinero ni le descambiarán lo que ha comprado en rebajas.

 
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