Ahítos de desconfiar

Lo peor de decir mentiras es que te las acabas creyendo. Como que si te subes al avión de la chica venezolana es para evitar una catástrofe diplomática. Y encima, la chica bajó del avión y estuvo en una sala reservada del aeropuerto, sin que se sepa quién o quiénes la acompañaron hasta allí. O que si te vas a la gala cinematográfica, no puedes recibir al lider venezolano. O el helicóptero de rescate en Baleares patatín o patatán Cada vez se ahonda más la distancia entre lo que dices  y la realidad, porque has perdido el freno para controlar tus ocurrencias.

La mentira produce ensimismamiento, una falsa convicción de tener siempre la razón de tu parte y han tenido que ser estos asuntos relacionados siempre con Venezuela, ¡quién podría imaginarlo!, como también el episodio de los geos en la ermbajada de México en Bolivia, los que han puesto en aprietos a la verdad proclamada, generando extrañeza.

Es evidente que se puede gobernar de muchas maneras, incluso saltándose a la torera cualquier evidencia que resulte molesta o inexplicable. Pero eso trae la consecuencia de un aumento en la desconfianza de los demás hacia ti, que se acentúa imperceptiblemente, aunque tú no lo notes, con cada día que pasa.

 
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