Derogar la derogación

Si no sabes qué es lo que está pasando, no te preocupes porque casi todo son aspavientos. El tema de fondo son los fondos europeos que nos van a salvar de la incuria, como si eso pudiera llegar a suceder. Se llama ‘marear la perdiz’, intentar que pase lo que no está pasando y que no pase lo que se avecina cada vez con mayor fuerza.

Y no será un apagón propiamente dicho como amenazan los austriacos y los malpensados. Sino un ‘apagón mental’. Eso sí que está cada día más presente. Las dos sentencias declarando ilegales los sucesivos ‘estados de alarma’, nadie las vio así, salvo un avispado de Vox que puso la querella. 

Los demás, y muchos de nosotros, asentimos con toda normalidad al recorte de nuestros derechos fundamentales, sin rechistar apenas.

Eso es lo que aprovechó el Gobierno para hacer lo que le dio la gana con nuestras libertades, en nombre de una crisis sanitaria descomunal, a la que nadie ha sabido todavía poner coto. Utilizando el temor generalizado a la pandemia, cortaron por aquí y por allá y/o transfirieron a las autonomías lo que les estorbaba.

Nos atemorizamos unos a otros para ganar un presunto respaldo electoral, como si la salud dependiera de los votos que conseguiríamos cuando acabase la pandemia y pudiéramos sacar pecho de lo bien que lo hicimos, antes de que todo haya acabado. Porque esto es como el volcán: parece que se extingue, pero, de repente, va y rebrota, sin que sepamos por qué. La pandemia está ahí, ha causado muchísimo daño y no se puede decir que vaya a dejar de hacerlo justo antes de las elecciones.

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No podemos tener tanta confianza en que los políticos acaben resolviendo asuntos que les superan. A ellos y a nosotros. Los políticos, por favor, quietecitos, sin apuntarse éxitos o fracasos que no les corresponden. Sin derogar las derogaciones, para salir en la tele una vez y otra, diciendo una cosa y la contraria.