El voto del miedo

Urnas de votación en un colegio electoral
Urnas de votación en un colegio electoral

Últimamente, en las consultas a la militancia por parte de las cúpulas de los partidos, los resultados siempre han estado por encima de 90% de síes, alguna abstención y ningún no. Esa rara unanimidad se suele producir cuando hay una sola cosa que votar, sin poder elegir entre varias alternativas. Se le llama ‘ganar a la búlgara’ porque hubo un presidente de ese país que gano así las elecciones durante décadas.

Sirven para intentar demostrar que el partido está unido ante una cuestión que suele ser peliaguda, pero también demuestran un cierto miedo a la discrepancia más que a un voto por convicción. Esas raras unanimidades se suelen producir por un error en la consideración de los votantes: los que van a votar no suelen ser todos los militantes, sino una parte de ellos, a veces exigua,

Ese tipo de convocatoria no tiene nada de democrático, aunque lo parezca. El pedir a las bases que se decanten por una única opción, sin que haya más remedio, hace que sólo voten los convencidos, porque los discrepantes no se suelen sentir representados por la pregunta y rechazan participar.

Para que haya una votación democrática, hacen falta una serie de reglas que se han establecido desde hace tiempo para garantizar la libertad de voto, pero cada vez es más raro que se aplique ese derecho en el interior de los partidos, a cuenta de que quién lo practique será inmediatamente fulminado. El voto del miedo dentro de las organizaciones corrompe muchas votaciones, aunque no lo parezca.

 
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