Encallados

Marineros y pescadores en la lonja del  Puerto de Bonanza en Sanlúcar de Barrameda.
Marineros y pescadores en la lonja del Puerto de Bonanza en Sanlúcar de Barrameda.

Es evidente que el Canal de Suez no fue diseñado para barcos como el que acaba de encallar. La gran mayoría de los superbarcos se construyó cuando precisamente el canal quedó impracticable por la guerra Egipto-Israel, y el tráfico marítimo se vio obligado a rodear Africa con barcos mucho más grandes que abarataban el recorrido más largo; y que le dieron, por cierto, una nueva vida a las Islas Canarias.

Parece que  esos barcos volvieron a encontrar acomodo en el Canal, en tiempos de paz, aunque con una navegación estrecha que se ha visto interrumpida con ese encallamiento de un barco desmesurado. La hipergrandeza es uno de los males que aquejan a los humanos: que todo sea todo lo que cada vez más grande se pueda imaginar hasta que llegue el momento en que ya no quepa en la realidad, sino sólo en nuestros sueños sin medida.

¿A quién se le ocurre meter en el Canal ese cacharrazo de 400 metros de largo? Pues a alguien que no sabía o no podía pensar que sucediera lo que ha acabado sucediendo, con un perjuicio enorme para todos los demás barcos, a los que les ha pillado en medio del canal, sin poder ir ni adelante, ni atrás. Y a todo el tráfico marítimo entre el Índico y el Mediterraneo severamente dañado por una imprudencia que se cometía diariamente por miles de barcos del mismo tamaño.

La grandeza y la presunta mayor eficacia sirven sobre todo para comprobar nuestras limitaciones, como estamos viendo cada día, aunque nos cueste aceptarlo hasta que encallamos y nadie puede sacarnos de ahí.

 
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