La bulocracia

Todavía no sabemos convivir con la bulocracia, cuando lo que se dice en público parece una mentira tras otra y las tragaderas de la gente ya no dan más de sí. Las redes, la IA, el metaverso o las ganas de fastidiar ocupan demasiado  tiempo de las personas como para poder distinguir lo que es la pura verdad de los intentos generalizados por tomarte el pelo con asuntos fabulosos e increíbles.

Cansa mucho el trikitraka de las redes para tener que verificar una afirmación disparatada de otra que también lo es, pero, al contrario. Lo que parecía con Internet el no va más de la comunicación que nos permitiría entendernos mejor unos y otros, se ha convertido en el basurero de la razón, lo que ya se llama 'la cultura del barullo', gestionada por gente dedicada a enfangarlo todo, gracias a la facilidad con la que se puede hacer. 

La bulocracia se ha vuelto muy fácil para desprestigiar y fastidiar al que quieras, porque no piensa como tú o simplemente te cae mal, con dimes y diretes, que antes se reservaban para el patio de vecinos y ahora se jalean a tutiplén.

Lo que más se echa de menos es la confianza de todos y todas, que permite entenderse con facilidad unos con otros, porque no te va a engañar el otro, ni tú a él. Y lo que se ha disparado es la maledicencia, por lo fácil que resulta hacerla universal, sin casi ninguna responsabilidad, porque es demasiado fácil creerse que lo haces anónimamente, lo que cada vez es más difícil porque siempre dejas tu rastro en la red. Lo que pasa es que se tarda mucho en encontrarlo y cuando se descubre la gente ya se ha olvidado y está con el bulo siguiente, o con veinte bulos después