El postureo en la política

Congreso.

Demasiados políticos saben que lo que dicen no lo van a hacer y lo que hacen no lo van a decir. Y así la barahunda de tertulianos se esfuerza por explicar, incluso contradiciéndose y a gritos, lo que creen que va a pasar,  sembrando un desconcierto aún mayor. Se empeñan en decir que la abstención se debe al covid, sin pensar en el hartazgo de los votantes ante lo que parece una tomadura de pelo permanente para que alguien te quiera sin quererte y te vote, no por alguna razón consistente, sino por ver si así te callas de una vez y le dejas en paz.

La percepción más consistente del ciudadano es la de que los políticos y los tertulianos creen que los votantes son tontos y hay que explicarles pormenorizadamente hasta lo más elemental, como si no fuera evidente que si el candidato afirma que no se presenta para juntarse con los independentistas y que no gobernará con ellos, los independentistas en consecuencia se confabulen para no gobernar jamás con ese candidato.

Lo cual no tiene por que suceder así luego, cuando llegue el momento de gobernar, si es que llega.

El postureo infinito resulta agotador, como si los tontos fueran quienes lo practican porque no fueran capaces de ocurrírseles algo mejor. Los vemos decir y decir, en vez de hacer y hacer, lo que degrada las palabras al quitarles el sentido. Se puede decir cualquier cosa, porque no va a tener nada que ver con lo que vaya a suceder después, ni con cualquier otra cosa que se le parezca. Es una consecuencia del miedo a que se sepan tus verdaderas intenciones que provoca un miedo aún mayor entre quienes te escuchan, para que te voten finalmente, o se queden en su casa. Que tal vez es lo que pretendías.

 
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