¿Qué se besen?

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias tras firmar el acuerdo para un Gobierno de coalición
Imagen de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias el 12 de Noviembre de 2019 en el Congreso de los Diputados.

Cuando dos políticos de partidos tan distintos se abrazan efusivamente con tanto ardor, es porque algo les va mal. Están bajando los dos y piensan que, si estuvieran juntos, subirían. Aunque lo normal es que juntos y abrazados, caigan todavía más, porque ya no pueden agarrarse a otra cosa más que a si mismos. La mezcla de dos tan distintos no suele tener la consistencia debida y los demás mirarán esa suma con gran desconfianza. El que se sume a ella corre el riesgo de caer también, por el aumento de ensimismamiento que produciría y la pegajosidad del abrazo sobrevenido.

Nunca jamás se les habría ocurrido abrazarse, si no fuera porque cada uno siente peligro y miedo a seguir solo, al no tener ideas propias que se puedan promover con cierta seguridad de que vayan a ser válidas. No hay más que el más de lo mismo que se ha demostrado inasumible, envejecido, tristón. Que camina irreversiblemente al fracaso más sonado, continuación de los fracasos y fracasos que llevan los dos bajo sus espaldas, sin haber sido capaces de proponer algo sólido desde hace muchos meses.

El gesto es terrible porque muestra con la mayor claridad la indigencia propia creciente, que se manifiesta en que están cada vez más solos; y en que los que se ofrecen a acompañarles, les piden, aprovechando su debilidad, el oro y el moro por hacerlo, cosa que no había sucedido anteriormente.

 
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