Violencia ciega

Incidentes en Barcelona.
Incidentes en Barcelona.

Algunos políticos tienen cierta tendencia a tratar a la gente como si fueran menores de edad. ‘No te lo cuento todo porque no lo entenderías’, piensan cuando callan y mienten. ‘Si te dijera la verdad, te hundirías’. Como si fueran gente superior que trata con displicencia a los demás. La raíz de la violencia callejera nace de ese descontento, de no saber bien lo que está pasando, de que parece que te toman el pelo con medidas desproporcionadas.

Cuando no se explican las cosas bien, a veces porque no las sabe ni el que tenía que estar al frente de las soluciones, la gente tiene una tendencia mayor a encabritarse, a pedir respuestas ya, ¿o vamos a seguir así toda la vida hasta que a usted le apetezca levantar las restricciones?

Es razonable manifestarse dolorido por la falta de información. Y se está viendo cómo algunos grupos violentos aprovechan esa desazón para romper con todo, lo que era la ‘kale borroka’, el afán por destruir lo que no se entiende, lo que parece una imposición que se vuelve inaceptable.

Particularmente la gente más joven, o más inquieta, puede tener deseos de vivir algo que sea auténtico, después de llevar meses, o incluso, años sometida a los deseos de otros: y así, pegar a un policía, poner barricadas en la calle, mantener un botellón ilegal o asaltar las tiendas, se convierte en un ejercicio de autoestima, como si transgredir lo que te imponen fuera una aventura hasta ahora desconocida y gratificante.

La violencia no resuelve nada, pero resulta entretenida, como llevar a la calle lo que hemos visto tantas veces en las películas, aunque la consecuencia sea heridas reales a uno mismo o a los demás, sin que nada se resuelva, sino que, más bien, se agigante.

 
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