Votantes empobrecidos

Yo no sé si el PIB sube o baja o si la inflación está desatada o contenida. Lo que sí sé es que cada día me cuesta más dinero llenar de gasolina el depósito del coche, se me ha disparado la cuenta de la luz y me cuesta más el pan o los tomates. Probablemente haga falta un doctorado para explicarse a uno mismo que las cosas van bien, pero eso no significa que lo entienda igual el ciudadano que paga en el mercado la comida de cada día, lo que le cuesta llevar al colegio a sus hijos o si han decidido cortar con las suscripciones a las plataformas, para poder llegar a fin de mes.

La realidad tiene esa cosa de que te hace bajar al sentido común de lo que te pasa cada día, independientemente de lo que te diga el experto tal o el experto cual. Lo único que empiezas a saber con certeza es si votarás a éste o a aquel en las próximas elecciones, si consigues llegar a ellas, antes de morir de hambre. O de que tus hijos dejen de pasarlo fatal, sin merecerlo.

Parece que hay una gran preocupación por la salud mental de los ciudadanos, después de los malos tragos que están pasando, porque se enfadan y te dicen disparates, que tú no querrías oír.. Y no tanto de la salud física, aunque la pandemia no nos está haciendo salir más fuertes, sino más asustados, más empobrecidos, más desconfiados de que los expertos no sean unos inexpertos a la hora de resolver los problemas de cada día que te afectan directamente, sea cual sea el PIB o ese IMV que nunca llega.

 
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