Barack Obama entra a tope en el marketing electoral

Parece haber pasado el tiempo de los sueños americanos, salvo en el baloncesto olímpico. El presidente de Estados Unidos conserva una buena cuota de popularidad (hasta un 4,4% por delante de Mitt Romney, según datos de Real Clear Politics), pero se suceden sondeos de opinión que calibran la reacción electoral ante decisiones y situaciones más o menos recientes.

El ambiente actual dista mucho de aquella obamanía que hizo estragos en los campus universitarios norteamericanos hace cuatro años. Ahora son muchos los jóvenes, si hay que hacer caso a Susan Saulny, en NYT del 6 de julio, que podrían abstenerse el 6 de noviembre o, incluso, dar su voto al candidato republicano. La decepción parece importante, sobre todo, por razones económicas: se abre paso la recesión, con el consiguiente desempleo, en contra de tantas promesas. Y el paso siguiente es el desencanto ante la política y, por tanto, el abstencionismo.

Según algunos sondeos de final del primer semestre del año, como el del Instituto de ciencias políticas de Harvard, los norteamericanos de menos de 30 años apoyan todavía mayoritariamente a Obama. Pero su popularidad ha caído entre los de 18-24. Su ventaja sobre Romney ha caído a menos de la mitad para los de 25-29. Y, entre los blancos de 18 a 24 años, ambos candidatos empatan. La razón es fundamentalmente laboral, derivada de las dificultades económicas: en mayo pasado, la tasa de paro en jóvenes de 18-19 años subía al 23,5%. Entre los de 20-24, estaba en el 12,9%, relativamente próxima a la tasa general de desempleo, estimada entonces en 8,2%.

Como es natural, republicanos y demócratas tienen muy presentes a los jóvenes en el diseño de sus campañas electorales para la presidencia. Pero se puede producir una gran diferencia respecto de 2008, cuando los que terminaban el bachillerato o comenzaban en las universidades se pusieron a la cabeza de un gran movimiento nacional a favor del cambio. Los compromisos de entonces pueden estar en el origen del desaliento de ahora.

Y esto ha determinado, según Marc Bassets, corresponsal de La Vanguardia en Washington, una regresión de Obama hacia los viejos usos políticos. La campaña se centra cada día más en la feroz descalificación del contrario, frente a la retórica de hace cuatro años, llena de ilusiones y promesas a favor de la nobleza de la acción política. Hoy, tras tanto incumplimiento en materias básicas para los jóvenes, como el respeto de la dignidad humana en Guantánamo, prevalece el pragmatismo.

No es fácil imaginar desde España la agresividad de imágenes y frases difundidas en espacios publicitarios de los grandes medios audiovisuales de Norteamérica. La inversión económica es muy grande, pero ya se sabe que allí la disponibilidad de medios es factor positivo, no negativo como en Europa. Ante esa agresividad, Bassets se permite recordar el contraste con la oposición de hace cuatro años contra "quienes se están preparando para dividirnos, los maestros de la manipulación y los traficantes de anuncios que adoptan la política del todo vale". Muchas veces reiteró entonces Obama preguntas como "¿Participamos en la política del cinismo o participamos en la política de la esperanza?"

Pero, al acortarse las distancias en los sondeos de opinión, mucho ha cambiado. Mi impresión personal es que Obama volverá a ganar en noviembre, pero habrá pagado un peaje que le devolverá a la ruta clásica de los políticos más pragmáticos de Estados Unidos. Según un análisis citado por NYT, entre abril y julio, los equipos de Obama emitieron 118.775 anuncios negativos, frente a 56.128 positivos. Romney emitió 51.973 veces anuncios negativos y 11.921 positivos. En la campaña intervienen cada vez más organizaciones independientes de los equipos oficiales, con una capacidad de gasto que supera los límites impuestos legalmente. Una sentencia del Tribunal Supremo de hace un par de años avala estas actuaciones, en nombre de la primera enmienda.

Robert Mann, profesor de la Universidad Estatal de Luisiana, fue el autor de Daisy petals and mushroom clouds (Pétalos de margarita y nubes en forma de hongo), un estudio sobre el anuncio negativo del equipo de Lyndon Johnson contra Barry Goldwater: mostraba a una niña deshojando una margarita y una explosión nuclear, para sugerir una imagen del candidato republicano como un peligro para la seguridad planetaria. En esa línea va la actual campaña, para suscitar viejas y nuevas emociones básicas que eviten el enjuiciamiento de los últimos cuatro años, y trasladen el problema a subrayar los riesgos que supone un despiadado millonario como Romney. Pero, como repiten los periodistas de televisión cuando las cosas no van bien para los colores de España, queda aún mucho partido…

 
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