Cooperación internacional para ganar la paz en el Congo

            Poco presente en la prensa nacional la República del Congo (antigua Zaire), ha salido algo más estos últimos días, con ocasión de dos noticias muy diversas.

            Una, la derrota de los insurgentes del movimiento M23 (23 de marzo), que dominaban después de casi dos años la castigada provincia de Kivu Norte. Los cascos azules han abandonado la mera tarea de interposición, con una actitud activa de apoyo al Ejército congoleño, que ha permitido arrinconar a los rebeldes. Al fin se ha cumplir el acuerdo regional para la paz, firmado en Addis-Abeba por once países africanos el pasado mes de febrero: la cooperación de las fuerzas de la ONU con el ejército regular del Congo.

            El problema de futuro es que los rebeldes se han refugiado en Uganda, desde donde podrían preparar una nueva intervención, aunque las autoridades de este último país desmienten su deseo de colaborar con ellos. Como se sabe, son antiguos militares congoleños que se alzaron en armas en la primavera de 2012, argumentando que el presidente Joseph Kabila no había cumplido los compromisos firmados en 2009, que pusieron fin a un golpe precedente.

            La otra noticia es la presencia en varias ciudades de España de la ganadora del Premio Harambée 2013: Celine Tendobi, médico del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Centro Hospitalario Monkole, de Kinshasa. El día 14 recibe formalmente ese premio, concedido por su trabajo en la promoción e igualdad de la mujer africana. Entretanto, aprovecha el viaje para conseguir más ayudas que permitan ampliar esa iniciativa asistencial nacida en 1991, que cuenta ya con 150 camas y 2 quirófanos.

            La doctora Tendobi evoca el nacimiento de ese hospital, como consecuencia del viaje que realizó al Congo en 1989 el prelado Álvaro del Portillo. Tuvo ocasión de ver directamente lo que conocía por referencias. Y animó a los fieles del Opus Dei a promover iniciativas para atender las perentorias necesidades de educación y salud de los barrios más pobres de la capital. Surgió así Monkole que, como se ha escrito, “está siendo un revulsivo sanitario en el corazón de África”. El próximo paso será el hospital materno infantil, que ofrecerá a Celine Tendobi una nueva herramienta para seguir dando la batalla por la maternidad sin riesgos, tan importante en un país que no conoce de veras la paz desde el momento mismo de la descolonización (entonces fue la región del sur, Katanga, la que protagonizó el conflicto).

            El contraste resulta llamativo respecto de la actitud cruel, implacable, del M23, a la que me referí hace unos meses: cuando tomaron el control de la ciudad de Goma –capital regional de la rica región minera de Kivu Norte-, secuestraron mujeres y niños: uno de los fines de los raptos era la formación de niños soldados, una de las más odiosas plagas de las revueltas africanas: en el caso del Congo, financiadas con la abundancia de minerales preciosos, cuyo control está en el origen de casi todas las disputas.

            Por su actitud inhumana, los rebeldes no han recibido nunca la confianza de la población local. Perdieron también el apoyo de Ruanda, y sólo cuentan con Uganda, aunque sus autoridades no lo reconozcan. De todos modos, en la capital Kampala está el líder político del movimiento, Bertrand Bisimwa, quien ha anunciado el fin de la rebelión y el deseo de que las tropas entreguen las armas y procedan a su reinserción social mediante un acuerdo con Kinshasa. La paz podría firmarse enseguida, salvo que –como expresan expertos‑ la oferta de negociación fuese un truco de Kabila para ganar tiempo ante la ofensiva militar. Además, algunas asociaciones civiles acusan al M23 de crímenes de guerra, por los bombardeos del 4 de noviembre, en que murieron decenas de civiles, a pesar de que había declarado un alto el fuego el día anterior.

            De otra parte, no se puede olvidar que en la región montañosa de Kivu Norte operan varias decenas de grupos armados, entre ellos, las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda, constituidas originalmente por extremistas hutus que huyeron de allí en 1994. Una vez derrotado el M23, está por ver si ese hecho significa el comienzo efectivo de una nueva estrategia conjunta entre el ejército congoleño y los cascos azules de la MONUSCO ‑Misión de Estabilización de la ONU en la RDC‑ para la neutralización de esas fuerzas paramilitares. No será fácil, porque –como explica Thierry Vircoulon a Le Monde.fr, 5.11.2013‑ “constituyen una gran diversidad de grupos en términos de táctica y de implantación, y no representan todos el mismo peligro. Algunos funcionan a modo de guerrillas, otros tienen una implantación local fuerte”.

            Entretanto, la dura realidad está constituida por los 2,6 millones de personas desplazadas en el este de la RDC, donde un total de 4,6 millones viven en un estado de emergencia alimentaria.

 
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