Francia: la posibilidad de un presidente de centro

Con el comienzo del año arrecian los trabajos demoscópicos sobre las elecciones presidenciales del próximo mes de abril. En el país vecino los sondeos electorales son más complejos, porque es preciso indagar sobre resultados en primera y en segunda vuelta: por supuesto, ningún candidato se libra del balotaje.

El actual presidente está lanzado en su actividad política, en intento de recuperar la popularidad perdida. En concreto, su equipo trata de dar la vuelta a resultados negativos recientes, como el incremento del paro o la pérdida de la emblemática triple A para las finanzas públicas.

En la carrera hacia el Elíseo sigue por delante el candidato socialista,

François Hollande. Salió muy fortalecido de unas primarias que muchos habrían rechazado de no ser por el tremendo affaire neoyorquino de Dominique Strauss-Kahn.

La novedad de los últimos sondeos es el avance de François Bayrou, que llega al 14% de expectativa de votos, casi el doble respecto de diciembre. Es el presidente del partido de centro fundado por él en 2007: el Movimiento Demócrata (MoDem), nacido desde la Unión para la Democracia Francesa, una formación social liberal de cuño democristiano, no confesional.

Aquel año, Bayrou, profesor de Lenguas clásicas, antiguo ministro de educación con Chirac, obtuvo el 18,57% de los votos en las presidenciales, superado por Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal. Aprovechó ese gran tirón para consolidar su apuesta por el centro: aunque no invocaba la tercera vía, su democracia social estaba cada vez más cerca de Tony Blair. Pero en comicios posteriores el MoDem no cumplió las expectativas. Tal vez sea ahora la última oportunidad para Bayrou, también por la confianza personal que suscita en la mayor parte de los ciudadanos franceses.

De todos modos, las encuestas reflejan una excesiva indecisión entre los partidarios del líder centrista, especialmente los que, en sondeos precedentes, pensaban apoyar a Hollande. De momento, sólo el 23% de los que le votarán en abril están seguros de su decisión final, mientras que sigue dudoso el 77% de simpatizantes.

El ascenso de Bayrou, junto con la incertidumbre de sus seguidores, explica en gran parte la caída de 7 puntos, al 52%, del número de personas que sienten que su opción para la primera ronda no es definitiva. En este aspecto, las posibilidades de François Hollande y Nicolas Sarkozy se mueven en proporciones semejantes: el 64% de los partidarios de Hollande consideran definitiva su elección, y el 68% de los de Sarkozy. Ambos bajan en los últimos estudios.

En cuanto a la expectativa de voto, Hollande está en un 29%. Sarkozy, que se iba recuperando ligeramente desde octubre, vuelve a caer, hasta el 23%, tras la degradación de la deuda soberana de Francia. La diferencia es aún mayor respecto de la segunda vuelta. Si Bayrou consiguiera convencer a los electores de la derecha que está en mejor posición que Sarkozy para batir a Hollande en el balotaje, la situación del actual presidente se complicaría aún más.

 

Para esto, Bayrou necesita distanciarse del Frente Nacional y de Marine Le Pen. No es casual que haya elegido para su primer gran mitin una región, la de Dunkerque, donde se vota mucho a la extrema derecha: es una zona especialmente tocada por la “desindustrialización”. El líder del MoDem ofrece, para dar la vuelta a la situación actual, la que llama “trasgresión razonable”, frente a la "trasgresión diabólica", que encarnaría el Frente Nacional.

En su discurso, repite la palabra “resistir”, como requisito indispensable para superar las aporías de los dos grandes partidos nacionales, que llevarían a Francia a un punto sin retorno. Bayrou predica la resistencia frente al deslizamiento, el empobrecimiento, la pérdida de puestos de trabajo, las componendas, los privilegios, el iletrismo, el reinado del dinero, la debilitación de la Unión Europea.

Sus oponentes le acusan de populismo, lo que suele suceder cuando las encuestas reflejan avances inesperados que se rechazan. El líder centrista es consciente, y quizá por eso toma argumentos familiares a los “indignados”, en línea de dar voz pública a los que no la tienen, para que la falta de participación ciudadana no lleve a la muerte por inanición política de la República francesa. A pesar de todo, está muy lejos del Elíseo en esta que probablemente será su última oportunidad.

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