La crisis de Francia recorta la popularidad de François Hollande

Casi nadie podría prever que, antes de cumplirse el año de su victoria en la segunda vuelta de las presidenciales, Hollande tuviera cotas de popularidad tan bajas. Pero es así, reflejo de la sensación ciudadana de que no es capaz de poner diques a una crisis galopante, que se manifiesta en datos y cifras incontestables.

El presidente de la República francesa acudió el pasado jueves a France 2, para una entrevista televisada de más de una hora de duración. El objetivo, recuperar popularidad y sintonía con los ciudadanos, a través de una explicación de las políticas adoptadas. El resultado, mayor pérdida de credibilidad, también por lo que se considera escasa capacidad de diálogo con la sociedad, ante su empecinamiento en proyecto de reformas que nada mejoran, pero –como se repite estos días‑ consiguen sacar a la derecha a la calle como en los primeros tiempos de Mitterrand. De hecho, varios miles de personas esperar a Hollande frente a la sede de France Télévisions, para mostrarle públicamente su hostilidad. Y no convenció al 68% de los franceses, según un sondeo de Ifop para Le Journal du Dimanche.

Ante las cámaras, Hollande utilizó un lenguaje postmoderno y esperanzador. Pero, como señala con dureza el editorialista de Le Monde (30 de marzo), “una vez más, el choque con la realidad se encargó de debilitar peligrosamente el peso de las palabras. Y de nutrir la incomprensión de los franceses, que alimenta su inquietud e, incluso, su exasperación”.

Porque son demasiados los datos estadísticos negativos, como la previsión de crecimiento cero en el primer semestre de 2013, igual que en 2012. Ciertamente es menos mala que la recesión de otros países europeos, pero ninguna esperanza de recuperación aporta. Menos aún, cuando el desempleo registra su vigésimo segundo mes de aumento constante, cercano al máximo histórico de los noventa. Por si fuera poco, se confirma que ha caído el poder adquisitivo de los franceses ‑en parte, como consecuencia del fuerte aumento de los impuestos‑, por primera vez desde 1984.

Otro dato negativo se refiere al déficit. Se hizo público después de la entrevista del presidente. Le Monde le reprocha que no dijera ni una palabra en su intervención, aunque estaba sin duda informado. Ese silencio no contribuye a recuperar la confianza, aunque los datos resisten la comparación con otros países, como España. El objetivo era pasar en 2012 del 5,3 al 4,5%, pero se ha quedado en el 4,8%.

Se echan de menos explicaciones creíbles sobre el modo de superar el impasse. No basta asegurar que no habrá más subidas de impuestos que las adoptadas o anunciadas para el 2014 (el IVA). Es preciso informar sobre qué medidas se asumirán para reducir el gasto público. La esperanza de los ciudadanos exige más claridad, concluye Le Monde, y no solo el deseo retórico de evitarles un período de “sangre, sudor y lágrimas”.

De modo análogo, la sensación del editorialista de La Croix, François Ernenwein, es que el presidente intenta quitar hierro a los problemas. Pero esa actitud “da al mismo tiempo la impresión de que Francia espera que pase la tormenta, sin asumir reformas profundas a semejanza de sus vecinos europeos” (28-3-2013).

La discrepancia de François Hollande con Angela Merkel resulta patente, cuando afirma con firmeza: "No haré una política que lleve a Europa a la austeridad. La austeridad es condenar a Europa no sólo a la recesión, sino a la explosión". Pero, mientras en países del sur crece cierta “germanofobia”, las cifras de popularidad de la canciller son altas en Alemania, y –si no hay sorpresas‑ podrá seguir gobernando después de las próximas elecciones, mientras que la popularidad Hollande está por los suelos.

Según sondeos recientes, los franceses juzgan con severidad a su presidente: el 29% le considera "competente" (59% opina lo contrario). Sólo el 27% estima que "tiene espíritu decidido"; el 21%, que es dinámico; el 22%, que "mantiene sus promesas de campaña". La aceptación del jefe de Estado ha bajado hasta el 27%. Otra encuesta refleja, en fin, que el 68% de los franceses y el 44% de los que le votaron están decepcionados.

 

"Tengo confianza en Francia", "Alemania no está más fuerte que nosotros", repite Hollande, pero los datos reales contradicen sus palabras.

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