Italia consigue salir de la crisis política con su vieja sabiduría

El obstruccionismo del movimiento de las cinco estrellas, con Beppo Grilli a la cabeza mediática, no ha conseguido imponer sus perspectivas antisistema, a pesar de haber recibido el apoyo de casi la cuarta parte de los electores italianos a finales de febrero pasado. También, porque cada día que pasa, pierde apoyo entre los ciudadanos, que esperan nuevas soluciones a una crisis económica y política que afecta a su bienestar. Se escuchan con interés las promesas de catarsis destructivas, pero se descubre pronto que no llevan a ninguna meta. Salvo a tragedias como la sucedida en la toma de posesión del nuevo gobierno.

Frente al mito de la juventud protagonizado de modo especial por ese movimiento político, nadie podía imaginar que la primera vía de solución fuese renovar al presidente de la República, Giorgio Napolitano: es la primera vez que se reelige al máximo mandatario en la historia reciente de Italia y, por si fuera poco, en la persona de un hombre de 87 años.

Esa decisión de los principales partidos encerraba un evidente deseo de llegar a soluciones concordadas. Bastaba encontrar a una figura que pudiera aportar en sí mismo cierta capacidad para aproximarse a la cuadratura del círculo. Y da la impresión de que Enrico Letta, con una trayectoria política variada e intensa, a pesar de sus sólo 46 años, reúne máximas condiciones. Aparte de su juventud y de su catolicismo, tiene pedigrí de izquierda (vicepresidente del partido demócrata), pero con talante liberal y, sobre todo, europeísta. Napolitano lo ha preferido a la estrella emergente de la izquierda, Matteo Renzi, alcalde de Florencia, quizá demasiado joven (38 años) y con menor experiencia política, salvo en la esfera local.

De hecho, Italia tiene ya un gobierno, que puede ser bastante estable. Se confirma así la confianza que muchos teníamos en la creatividad italiana: como en los tiempos del “compromiso histórico”, se ha llegado a una gran coalición, más bien centrista y técnica (en cierta continuidad con Mario Monti): no están en el ejecutivo los líderes Bersani y Berlusconi, pero sí representantes suyos cualificados, en intento también de superar el déficit de credibilidad de los partidos más votados en los últimos comicios. Desde luego, il cavaliere mantiene una importante cuota de poder, en aspectos como interior y justicia, en que tiene evidentes intereses personales: su hombre confianza, Angelino Alfaro, será vicepresidente del gobierno; aunque la ministra de justicia, Ana Maria Cunilleri, procede del ejecutivo de Monti.

No es el governissimo del que se habló en su momento, porque la imaginación de Letta lo presenta como un “gobierno de servicio”, de “baja intensidad política”: junto con políticos de izquierda y derecha, prevalecen personas destacadas por sus conocimientos técnicos. Además, es relativamente joven ‑con una media de 53 años, once menos que el anterior‑, y con una mayor participación femenina: siete mujeres de 21 ministros.

En las correspondientes sesiones parlamentarias, votarán en contra de Letta los representantes del Movimiento 5 Estrellas. Tampoco parece que apoye al nuevo ejecutivo el partido Izquierda Ecología Libertad, aunque acudió a las urnas en coalición con el PD, ni algunos escindidos de la formación de Berlusconi, como Fratelli d’Italia. Cuando escribo estas líneas, la poderosa Liga Norte no ha decidido aún su voto, aunque inicialmente Roberto Maroni afirmó que pasarían a la oposición.

Desde luego, se trata de un equipo sobrio, con el gran objetivo de sacar a Italia de la recesión económica y de la regresión ciudadana. Intentará durar, para alcanzar esas metas ineludibles. En ese contexto “pacificador”, el apoyo de Berlusconi comporta un deseo secundario, pero decisivo: el apaciguamiento de la acción de la justicia contra él, en tantos frentes que no es preciso recordar aquí. Por eso le conviene, como dijo en televisión, “un gobierno fuerte, sólido y duradero, que resista en el tiempo”, con capacidad de “tomar rápidamente medidas al servicio del país”.

La formación del nuevo gobierno italiano influirá positivamente en Europa, aunque está por ver si contribuirá o no a la flexibilidad del pacto de estabilidad: como se preguntaba Il Sole 24 Ore, “¿triunfará Letta donde Hollande ha fracasado?” En todo caso, aporta materia de examen para el errático comportamiento de los partidos españoles en estos tiempos de dura crisis.

 
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