Lampedusa refleja el fracaso de políticas sociales y diplomáticas

                        Por desgracia, vuelven a ser noticia las tragedias en el Mediterráneo, al sur de Italia, causadas por las mafias norteafricanas que promueven la inmigración clandestina hacia Europa. Además del gravísimo problema en sí, abonan el campo del creciente número de personas desencantadas de la política y, en menor medida, de la Unión Europea: muchos no ven sentido a tanto gasto en Estrasburgo y Bruselas si no son capaces de resolver o, al menos, orientar una cuestión no ciertamente fácil, pero de máxima entidad humana.

                        Los sucesivos cambios de programas europeos respecto de las fronteras más parecen obedecer a enfoques de imagen, que a estudios profundos. Como antes España respecto de Canarias, ahora Italia recuerda a Europa desde Lampedusa que no se trata de un problema nacional, sino comunitario. En su día, la acción conjunta dirigida a las autoridades de Marruecos y Mauritania, determinó un cambio radical. El foco se ha trasladado a Libia, con la circunstancia agravante de la inestabilidad de este país, casi rayana en la anarquía, que facilita el trabajo impune de las mafias.

                        Ni Frontex ni Tritón reflejan estrategias capaces de salvaguardar en la práctica diaria vidas humanas, más allá del extinto programa italiano Mare Nostrum. Con el paso del tiempo, se tiene la sensación de que la política europea en relación con las crisis y guerras civiles de tantos países africanos y del oriente próximo, no ha contribuido a la solución de los conflictos. Crece el número de los desplazados, que se une al de los emigrantes en sentido propio que buscan un futuro mejor para ellos y para sus hijos.

                        Ante esa presión, Europa no ha diseñado respuestas claras que faciliten una llegada “normal” de emigrantes, como tampoco políticas más ambiciosas de cooperación, para romper con la espiral de inestabilidad y pobreza de la que abusan las mafias criminales de los propios países y sufren sus connacionales, hasta la muerte en el Mediterráneo. Se impone profundizar en el problema, sin abandonar lógicamente las estrategias contra el yihadismo, que está también en el origen de movimientos de población en modo alguno deseados por sus protagonistas: desde Nigeria a Iraq.

                        Ciertamente, Europa no puede acoger en su territorio a cuantos solicitan un permiso de residencia, aunque no tengan antecedentes penales ni sean sospechosos de pertenecer a bandas terroristas. Las autoridades tienen derecho a adoptar medidas contra quienes violan las leyes y son responsables de esas barcazas de la muerte. La diplomacia impone conseguir la colaboración de los países del norte de África, sin excluir su colaboración para establecer allí los centros de identificación y de ayuda humanitaria a la espera de aceptar o rechazar las solicitudes. Buena parte de ese trabajo consiste también en prestar una auténtica mediación para la solución de los conflictos armados, lejos de facilitar apoyo técnico y militar a los contendientes.

                        Pero, por ahora, da la impresión de que, con la misión Tritón, elaborada por Frontex, la agencia europea de fronteras, Bruselas pretende sólo ampliar el control de las aguas territoriales. Supone una relativa indiferencia ante el fenómeno de los viajes clandestinos, que provocan naufragios y exigen respuestas humanitarias. Como señaló Antonio Guterres, Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, “en el Mediterráneo central necesitamos operaciones masivas de búsqueda y rescate, no patrullas fronterizas. Después de los sucesos de esta semana, no hay duda de que Tritón es un sustituto terriblemente inadecuado de Mare Nostrum”.

                        Tal vez por esto, el presidente del Consejo de Ministros italiano, Matteo Renzi, aparte de expresar solidaridad y dolor por las víctimas de la tragedia, pide que no se exploten “cínicamente” estos sucesos. “El problema –subraya- no es Mare Nostrum o Tritón, sino resolver el problema político en Libia, donde la situación está fuera de control”. La experiencia confirma, como reconoce el comisario de Derechos Humanos del Consejo de Europa, Nils Muižnieks, que la operación Tritón no está a la altura de las circunstancias: “Europa necesita un sistema de búsqueda y rescate eficaz”: la reciente tragedia en el Mediterráneo es "otro desastre que podría haberse evitado".

                        Algo semejante, aunque en menor escala, se está produciendo en Ceuta y Melilla, pues no se consigue la plena colaboración de Marruecos. La dignidad humana exige algo más que medidas tajantes, como la devolución inmediata de extranjeros que crucen la frontera irregularmente.

 
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