Nicolas Sarkozy en una posición muy delicada

La entrevista televisada del último domingo de enero, en hora de máxima audiencia, no ha tenido el reflejo demoscópico esperado. Ciertamente, queda mucho “partido” hasta abril-mayo, y Sarkozy no ha presentado aún oficialmente su candidatura a la reelección; pero de momento los sondeos reflejan cierto rechazo, que recuerda la decepción de quienes se confían apasionadamente a una persona y ésta les defrauda. Un estudio de IFOP para Paris-Match (3 de febrero) da al jefe del Estado el 24,5% de las intenciones de voto, frente al 29,5% a favor de François Hollande. François Bayrou (MoDem) estaría en el tercer puesto, con el 17%. Otro sondeo, de LH2-Yahoo!, indica ocho puntos de diferencia a favor del candidato socialista.

En la que parece hoja de ruta de su equipo de comunicación, el objetivo de Sarkozy es convencer a los militantes y simpatizantes del centro derecha de que los socialistas no pueden ganar… Si no hace mucho, en la Guayana francesa, hizo un comentario sobre la eventualidad de su derrota, ahora ha sustituido esa hipótesis por la certeza de la derrota del candidato socialista.

Tampoco ahorra críticas contra Marine Le Pen, del Frente Nacional, que ha aparecido en algunos sondeos con un porcentaje superior al de Sarkozy. En la mente de todos está el “efecto Jospin”, superado en la primera vuelta de las elecciones de 2002 por Jean-Marie Le Pen, entonces líder de la ultraderecha. A juicio del presidente de la República, Marine Le Pen está haciendo una campaña equivocada, próxima a la extrema izquierda.

Pero acaba de saltar a la opinión una noticia desconcertante: Marine Le Pen podría no presentarse a las elecciones, porque no ha conseguido aún los 500 avales exigidos por ley, de entre las 47.000 personas que ocupan en Francia cargos elegidos democráticamente (alcaldes, parlamentarios, consejeros generales o regionales). No es fácil prever qué pasaría el 25 de abril si Marine Le Pen no está en los comicios. El primer sondeo –de IFOP para Journal du Dimanche‑, prevé que François Hollande y Nicolas Sarkozy igualen en un 33% de intenciones de voto. Jean-Marie Le Pen se ha apresurado a declarar que Sarkozy sería derrotado si su hija Marine no pudiera presentarse a falta de “padrinos”: los electores del Frente Nacional no se lo perdonarían. En ese supuesto –improbable‑ François Bayrou ocuparía el tercer lugar con el 17%. Y Sarkozy no reconoce su avance en las encuestas, en ascenso creciente. Probablemente suba más esta semana, después de presentar un ambicioso programa en materia educativa, que será bien recibido entre los profesionales de la enseñanza. Pero Sarkozy lo valora como operación mediática para debilitarle a él, que desaparecerá cuando adviertan que a quien perjudica es a François Hollande.

El problema grave del presidente es la credibilidad ante reformas económicas y sociales de entidad, que no ha abordado durante el quinquenato. Su actual apuesta por la austeridad, el equilibrio presupuestario y la mayor flexibilidad laboral, en la estela de Alemania –con una evolución del empleo muy diferente en uno y otro país‑, tiene cada vez más detractores. Especialmente, respecto del llamado “IVA social”, que justifica el aumento del IVA para transferir al consumidor parte de las cargas que pesan sobre el trabajo, y mejorar así la competividad de las empresas en tiempos de “deslocalizaciones”.

En la citada entrevista televisada, el presidente justificó la necesidad de reducir las cargas sociales comparándolas con Alemania: sobre un salario de 4.000 euros, esas cargas suponen 840 euros al otro lado del Rin, la mitad que en Francia. De ahí su propuesta –a pesar del riesgo inflacionista, que Sarkozy niega‑ de subir 1,6 puntos el IVA, actualmente situado en el 19,6%.

El presidente de la República manifiesta su prioridad por Europa con estas y otras propuestas. Sin duda, Angela Merkel le apoyará en todo lo que pueda. Y Sarkozy marcará distancias con Hollande, que puede tener problemas, no sólo por la radicalización de políticas familiares y sociales, sino por la recuperación de viejos tics negativos hacia la Unión Europea. Recuerdan la desdichada campaña que cuajó en el referéndum contra el Tratado de Lisboa en 2005. No deja de ser paradójico que un partido de corte universalista vuelva a uncirse a tesis soberanistas.

En fin, el futuro está abierto. Aunque no haya presentado su candidatura, Nicolas Sarkozy insiste en que tiene una cita con los franceses –a la que no faltará‑, con un pueblo al que halaga como “libre, rebelde, soberano, que no se dejará influir por nadie en sus decisiones”. Y apuesta por la imagen de un “presidente coraje” capaz de afrontar la actual crisis, frente a viejos y nuevos aventurismos, en sintonía con la Unión Europea.

 
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