Crece la industria mundial de armas y servicios militares

Un F-35 de la USAF volando junto a un F-18 Hornet.
Un F-35 de la USAF volando junto a un F-18 Hornet.

El Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI) acaba de publicar su comunicado periódico sobre la cifra de negocios de la industria mundial de las armas; no deja de crecer, a pesar de las continuas llamadas a la paz, o el avance del pacifismo, uno de los rasgos definitorios de la cultura posmoderna. De hecho, las ventas de armas y servicios militares de las 25 principales empresas mundiales aumentaron un 8,5% de 2018 a 2019: hasta un total de 361 miles de millones de dólares.

Las cinco principales empresas de este sector tienen su sede en Estados Unidos: Lockheed Martin, Boeing, Northrop Grumman, Raytheon y General Dynamics. Entre las cinco alcanzan 166 mil millones de dólares en volumen de negocio. En total, 12 empresas estadounidenses aparecen entre las 25 más importantes del planeta. Al cabo, y quizá hasta el first America de Trump, EEUU ha sido el gran gendarme de la convivencia internacional. Y si vis pacem, para bellum, como se podía leer en grandes letras capitulares –supongo que no habrá cambiado- en el edificio emblemático de la Academia General Militar de Zaragoza. Paradójicamente, el déficit en poder militar invita a evitar conflictos. Así aparece en san Lucas: cuando el rey belicoso comprende que no tiene fuerzas suficientes, envía una embajada para pedir condiciones de paz. Aunque no lo dice el evangelio, probablemente seguiría luego pugnando para aumentar sus mesnadas y poder enfrentarse al enemigo.

La espiral de la violencia lleva al incremento de las armas, aun en nombre de la paz. Quizá esta es una de las razones de que la desmedida conflictividad del Oriente Medio se refleje también en un dato destacado en el informe del SIPRI: por primera vez, una entidad de esa región aparece en el ranking de las 25 principales. Se trata de EDGE, con sede en los Emiratos Árabes Unidos (EAU), creada en 2019 en virtud de la fusión de más de 25 empresas más pequeñas. Ocupa el puesto 22 y representa el 1,3% de las ventas totales de armas de los 25 principales.

Aun sin llegar a los efectos perversos de los nacionalismos radicales, el viejo concepto de soberanía nacional resulta determinante en las decisiones militares de los gobiernos, que pretenden asegurar su independencia y autonomía. Como en tantos otros aspectos de la convivencia internacional –basta pensar en la amenaza, superada en el último momento, del veto de Hungría y Polonia al plan europeo de recuperación económica-, sólo una verdadera renuncia a parte de la soberanía estatal puede evitar los conflictos.

De momento, la producción de armas –fuente y reflejo a la vez del desarrollo de la tecnología, no sólo para usos bélicos- es signo de peso y poderío internacional. Resulta significativo que aumenten las ventas de las empresas chinas, y bajen las de las rusas. Cuatro empresas chinas están en el ranking de las 25, tres entre las diez primeras del mundo. Los ingresos de las cuatro crecieron un 4,8% entre 2018 y 2019. A juicio del investigador principal del SIPRI, Nan Tian, ​​esos incrementos derivan también de los programas de modernización militar del “Ejército Popular de Liberación”. Alcanzan ya el 16% del top 25, en segunda posición, tras Estados Unidos. Las rusas bajan al 3,9%. Y la suma de las seis empresas de Europa occidental representa un 18%.

Como es lógico, la razón última de los trabajos del Instituto sueco es la construcción de un nuevo orden jurídico internacional para la solución de conflictos y la protección de los derechos humanos. La tarea puede parecer utópica, si se tiene en cuenta que los países que están a la cabeza de esta industria no siempre ratifican las convenciones internacionales que tratan de poner, al menos, un mínimo de límites jurídicos. Así sucedió en su día con el acuerdo contra las minas anti-persona, o con medidas dirigidas a establecer criterios de transparencia, para evitar la venta de armas a países corruptos o violadores de los derechos humanos. Ciertamente, las armas no son la causa de las guerras, pero hacen más difícil alcanzar la paz. Pero la difusión de las informaciones sobre esa industria de la muerte puede contribuir a dar pasos adelante eficaces.

 
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