Cuando todo debe ser presentado con una narrativa

No se trata, claro, de un movimiento literario, sino de un signo de los cambios culturales y sociales de los últimos tiempos. Se podría decir, por ejemplo, que, en época electoral –sinónimo casi de vida política-, importa más la narrativa que el valor de las personas, el análisis de resultados o los programas de futuro.

El diario Le Monde abrió no hace mucho una sección que analiza aproximadamente cada semana nociones nuevas que surgen en el lenguaje social; en algunos casos, son transformaciones del sentido de viejos términos.

Algo de esto sucede con la profusión de las narrativas, que trató hace poco el conocido diario de París. En cierto modo, viene a subrayar la importancia esencial de la comunicación en la vida moderna, y especialmente en la política, más allá de la clásica propaganda. George Orwell lo expresó brillantemente, con su punto de resignación pesimista, en 1984, su citadísima novela de anticipación..., inspirada en las realidades brutales de los dos monstruos de la razón de mediados del siglo XX llamados nazismo y comunismo.

Mi primera, juvenil e ingenua aproximación a la diferencia entre ser y parecer, y a la importancia de la imagen de los demás sobre el propio comportamiento, procede de una novela, quizá poco conocida, de José María de Pereda, La mujer del César. Me parece recordar que algún amigo de Cantabria regaló a mis padres todas las novelas del autor santanderino, con una clásica encuadernación española, que estaban a la vista en una estantería de la sala de estar (no así, todo hay que decirlo, las de Blasco Ibáñez, en rústica). Ya me gustaría recordarlas, porque leí todas...

Esa figura de la mujer del César era ya un comodín, con un contenido ético quizá más profundo que las hipocresías burguesas de la época. Con la evolución de las costumbres, muchos comportamientos habituales decayeron en nombre de la autenticidad. A la vez, el desarrollo tecnológico puso en manos de las minorías –antes de su universalización- la capacidad de modificar las realidades a favor de los criterios social o políticamente dominantes. La censura –o la autocensura- creció casi ilimitadamente, mucho antes, desde luego, de la difusión del término fake news.

La comunicación humana no es nada fácil, porque emisor y destinatario no siempre dan, ni mucho menos, el mismo sentido a las palabras. Para algunos será un latazo. Pero forzoso es reconocer la necesidad de adaptar los términos de cada afirmación o mensaje a las categorías de quien la recibe: sólo así puede entender lo que de veras se quiere decir. Y esto es cada vez más esencial en la vida moderna, cuando infinidad de informaciones llegan continuamente a velocidad de vértigo.

No todos somos buenos escritores, buenos comunicadores. Porque, además de ser, hay que parecer, saber transmitir. De ahí la importancia del lenguaje, de la narrativa. Nadie podrá tener razón si no da razones pertinentes. Y no le importará que se reconozca o no su verdad –con interpretación distinta de la de Antonio Machado- si de veras quiere ser tolerante.

Como comenta Luc Cédelle, Moscú y Kiev están lanzando estratégicamente diferentes narrativas al universo mediático: así, el Kremlin trata de imponer la ficción de una Rusia que actúa en defensa propia, justamente lo contrario de la posición ucraniana. Se distingue de la propaganda o la desinformación, pues se presenta como un auténtico relato..., aunque sea al servicio de una causa. Cédelle ha rebuscado en el archivo de Le Monde, y concluye que el término narrativa apareció en los años setenta, en un contexto artístico y cultural. Se introdujo en el campo del comentario político en los noventa, y se hizo cada vez más común en la década de 2010. En el fondo, refleja el deseo de verosimilitud del discurso político para superar las actuales desconfianzas.

Históricamente, según Christian Salmon, el prisma narrativo habría nacido en los campus estadounidenses en los años 80, y se extendió a diversos sectores académicos, antes de ser reciclado por las grandes empresas en beneficio de las identidades de marca. Luego, tanto en la ola neoliberal, como en las terceras vías a lo Tony Blair o Barack Obama, se extendió a la política y al ejército. Y se reafirmó en las crisis ideológicas y financieras en torno al cambio de milenio. Al cabo, se ha configurado una auténtica maquinaria que incluye hoy el uso estratégico de la narrativa en los conflictos internacionales.

 

Pero resulta indispensable que los relatos se basen de veras en hechos reales, según los títulos de crédito de tantas películas recientes. Si no, quedarán encerrados en la casuística, no pequeña, de la manipulación informativa.

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato