Otro despertar en Estados Unidos: la libre elección de escuela

Bandera USA
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La invasión de Ucrania cambia casi todo: por ejemplo, la precampaña electoral para la presidencia de Francia. Emmanuel Macron jugó fuerte, pero perdió ante un consumado tahúr. Y los candidatos más o menos prorrusos rehacen su discurso. Pero la vida local sigue y tienen que acudir a escenarios políticos como el Salón de la agricultura, y Valérie Pécresse no canceló antes su visita a la reserva de caza y fauna salvaje de la Grand’Mare, en el Eure. Puede parecer un tanto fuera de lugar..., como este artículo, cuando el mundo contempla atónito la heroicidad del pueblo ucraniano. Me justifico pensando que la limitación de derechos básicos, aun en el supuesto paraíso de la libertad, puede acabar derivando en barbaries como las que contemplamos de lejos.

No he tenido conciencia hasta fechas relativamente recientes de la rigidez de la enseñanza básica en Estados Unidos, con una tremenda separación entre lo público y lo privado, apenas aliviada con el nacimiento de las llamadas charter scholls. Este movimiento pretendía mejorar los resultados de la escuela pública, mediante la introducción de una autonomía de gobierno de los centros capaz de promover a los más desfavorecidos, para que las carencias sociales pudieran superarse poco a poco mediante una educación de mayor calidad.

Ante la expansión de la pandemia, las medidas restrictivas de la libertad alcanzaron especialmente a las escuelas públicas, con gran desconcierto de los padres de familia:  veían cómo se anteponían objetivos políticos y sindicales al bienestar de sus hijos. Comprobaron entonces que las poderosas unions de profesores iban a lo suyo, como resaltaba con el rechazo de medidas razonables, prudentes, conciliadoras.

Recayó así sobre los padres una inesperada tarea: mantener la disciplina en sus hogares, para evitar clásicas riñas y conseguir, sobre todo, la atención a las pantallas conectadas a videoconferencias de profesores. A la vez, tenían su propio teletrabajo. Ante el cúmulo de dificultades no atendidas, reaccionaron con iniciativa.

Un nuevo movimiento a favor de la choise schooll surgió en un suburbio de la ciudad de Detroit, a raíz de la demanda que la familia Bagos –con otros padres más- presentó contra el gobierno del estado de Michigan. Su pretensión jurídica era anular una enmienda de la constitución estatal que les prohíbe aplicar a la educación privada un plan de ahorro patrocinado por el Estado. Durante más de medio siglo, sólo han tenido ahí la opción de la escuela pública, si no disponían de fondos personales para matricular a los hijos en centros privados.

En cierta medida, el movimiento se ha extendido como un despertar de la tesis lanzada en 1955 por Milton y Rose Friedman: facilitar a los padres una suma igual al coste por alumno de una escuela pública, con la condición de gastarla en un centro reconocido. Algunas experiencias se hicieron en Milwaukee, que permitieron a miles de estudiantes de bajos ingresos matricularse en escuelas privadas. Pero estas propuestas no prosperaron en el conjunto de la Unión, por la oposición de los partidos políticos –especialmente el demócrata- y los sindicatos de profesores, aferrados a la seguridad de lo público. Los progresos han sido lentos: menos del 4% de los alumnos estadounidenses se benefician de algún tipo de ayuda pro choise schooll.

Pero la política educativa está cambiando, no siempre en función de proyectos bipartidistas, a través de grupos de base, como Parents Defending Education y Moms for Liberty. En 18 estados se han creado o ampliado programas de elección de escuela. Se ha cuadruplicado el número de estudiantes de K-12 (del Kinder a la graduación), que pueden beneficiarse de algún tipo de bono, beca o cuenta de ahorro para la educación (ESA: educational savings accounts): más de 2,2 millones en la actualidad. El mayor avance se dio en Virginia Occidental, donde hasta el 93% de los alumnos de K-12 podrán tener medios financieros para contratar tutores, pagar programas extraescolares o, incluso, salir de la escuela pública. El eslogan repetido es: “financiar a los alumnos, no a los sistemas”.

El derecho a elegir ha ganado claramente en popularidad en tiempos de pandemia. En junio, una encuesta de RealClear Opinion Research mostró que el 74% apoyaba la elección de escuela, diez puntos más que otra encuesta idéntica realizada en abril de 2020. Al mismo tiempo, en un sondeo de Gallup del pasado agosto, el 54% se declaraba insatisfecho con la educación K-12, frente al 47% antes de la pandemia. Como suele decirse, muchos padres están votando con sus pies, porque se han dado cuenta de la realidad. Y su protagonismo comienza a reflejarse en las elecciones: se comprobó ya con el inesperado relevo del gobernador de Virginia.

 
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