Los efectos sociales de la Web, vistos por algunos de sus creadores

Emmanuel Macron.
Emmanuel Macron.

El presidente Emmanuel Macron promovió una reforma legislativa de la clásica ley sobre libertad de expresión, vigente con normalidad desde finales del siglo XIX, para sancionar en tiempo electoral posibles abusos: mentiras, injurias, manipulaciones. No recuerdo si ha sido convalida por el Consejo Constitucional. En todo caso, se verá su posible eficacia en los primeros comicios: las elecciones europeas.

Entretanto, el ministro de Asuntos Exteriores español, Josep Borrell, presentaba al Consejo de Ministros el 15 de marzo un informe sobre la desinformación y la amenaza global que supone para la libertad y la democracia: el gran paraguas es el Plan de Acción aprobado en diciembre por la Comisión Europea, que desea dar una respuesta coordinada a este fenómeno. Por esto, según la referencia oficial del Consejo, “se ha puesto en marcha un sistema de Alerta Rápida (RAS) para informar instantáneamente sobre campañas de desinformación e intercambiar datos y tomar decisiones entre los estados miembros”.

No es preciso ser neoliberal para sospechar de esta preocupación política por la verdad. Como si no fueran suficientes –nunca lo serán, claro- las leyes, ni tampoco el trabajo del moderado control que vienen realizando las multinacionales de la comunicación. Da la impresión de que algunos gobiernos, aun democráticos, no renuncian a viejas prácticas de control informativo, ciertamente desplazadas por las amenazas a la libertad provocadas por la presencia omnímoda de lo políticamente impuesto en las redes sociales.

Se comprenden, por esto, declaraciones recientes de personalidades relevantes de la Web a los medios de comunicación, que suponen cierto contrapunto al embelesamiento acrítico ante las nuevas tecnologías. El contexto son los cuarenta años de la creación de la Web por Tim Berners-Lee, un joven ingeniero inglés, en la organización europea para la investigación nuclear (CERN), con sede en Ginebra.

Fadi Chehadé, nacido en Líbano, fue presidente y director general de Icaan, el organismo que administra Internet. Actualmente es uno de los principales consultores de las Naciones Unidas para el futuro del mundo digital. “Lo estamos discutiendo con los directores generales de las empresas más importantes del sector –Avvenire, 10 de marzo-, hoy no sabemos bien adónde ir, a veces nos encontramos con buenas intenciones, a veces con malas”. Porque “Internet está cambiando el orden mundial”: las grandes plataformas digitales son más poderosas que los Estados. A su juicio, “la mayoría de los enlaces en las redes sociales son positivos, aunque no hagan ruido, porque la Web no puede separar las buenas relaciones de las negativas”. A la vez, reconoce que “desafortunadamente, las redes sociales están separando a las personas y dividiendo sociedades enteras, creando jardines aislados”. Elogia el deseo de Will Marshall, cofundador y actual director general Planet Labs, que proporciona las imágenes a Google Maps: quiere encontrar el modo de que esas imágenes del mundo estén a la libre disposición de todos. Ha comenzado, por ejemplo, a transmitir gratuitamente al gobierno brasileño, a diario, fotos digitales de la Amazonia para controlar la deforestación. En definitiva, sugiere que los gobiernos y las instituciones internacionales deberían poner en marcha nuevos sistemas de gobierno en materia de información global.

François Flückiger sucedió en 1994 a Berners-Lee. Escribió en su día un documento con sus predicciones sobre el futuro de Internet. En una tribuna en Le Monde (12 de marzo), afirma que una gran parte se ha cumplido, pero no imaginaron acontecimientos importantes. Se confirma la previsión sobre los comportamientos digitales solitarios, pero no la exacerbación de egocentrismo y narcisismo: “Muchos confunden hoy el conocimiento, la opinión, el pensamiento basado en la experiencia, con la fe, creencia asociada con lo sagrado. Ahora son intercambiables”. Le preocupa que el relativismo se oponga al conocimiento científico, incluso en la escuela. La recuperación de los grandes fundamentos, desde Sócrates a la Ilustración, debería llevar a “la primacía de la civilidad sobre el individualismo, el altruismo sobre el egocentrismo, el conocimiento sobre las creencias. La Web e Internet volverían a ser lo que sus pioneros habían imaginado: instrumentos de aceleración del conocimiento, el intercambio y el progreso”.

La corresponsal de Le Monde en san Francisco publicó a finales de febrero una entrevista con Mike Godwin, jurista, historiador de Internet, padre de la ley que lleva su nombre: “cuanto más dura una discusión on line, más crece la probabilidad de que surja una comparación con el nazismo o Hitler”. Especialista en libertad de expresión, señala que la reacción ante nuevos medios es siempre de entusiasmo; luego, surge cierto miedo y ansiedad un tanto irracional, y los gobiernos intervienen para establecer regulaciones. Se olvidan del antiguo criterio de que, en una sociedad abierta, la verdad acaba por abrirse paso. Godwin apoya más bien la “responsabilidad fiduciaria” de las plataformas en el flujo de la información. Toma la idea de la confianza mutua entre abogados o médicos y sus clientes. Las plataformas tendrían un deber de confidencialidad, lealtad y diligencia –no negligencia- hacia los usuarios. Permitiría a los gigantes de Internet recuperar la confianza que han perdido.

Fadi Chehadé piensa en el ideal –no sólo cristiano- de la fraternidad universidad: "no creo que exista una infraestructura en el mundo que pueda favorecer más que Internet la unidad del género humano". Las plataformas digitales, a base de aceptar imposiciones –no siempre gubernamentales- están perdiendo características de las que hacían gala, como apertura, universalidad, imparcialidad, no intervencionismo. Los sucesivos controles internos y externos favorecen objetivos inmediatos, pero distan de asegurar la libertad de expresión de todos. Pero, con Chehadé, no se puede renunciar a la esperanza…

 
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