Sobre la esperanza de vida en dos colosos: EEUU y Rusia

Predice que, en 2030, varios países desarrollados superarán la barrera de los 90 años para las mujeres y 85 para los hombres. A la cabeza de la longevidad estaría Corea del sur, con casi 91 para las mujeres. Superarían en unos tres años a Japón o Francia. Entre los hombres, les siguen Australia y Suiza.

Hasta ahora, la fuente informativa más común sobre esperanza de vida se encuentra en las estadísticas sanitarias mundiales que publica la OMS, aunque la organización reconoce que sus datos no son aún suficientes: está sin controlar el 53% de las muertes en el mundo. En mayo de 2016, había aumentado en cinco años desde 2000. El promedio en 2015 se situaba en 71,4: 73,8 años para las mujeres y 69,1 años para los hombres. Se habría superado la inversión en los 90 -como consecuencia de la epidemia del SIDA, especialmente en África-, de la tendencia al crecimiento desde mediados del siglo XX.

Lógicamente, existen muchas diferencias por países, normalmente en función del desarrollo económico y social. Y subsiste la distinción entre varones y mujeres, aunque la distancia se acorta: hace cuarenta y cinco años era de 6,9 años, reducidos en 2015 a 4,6.

Pero me ha interesado, sobre todo, la confirmación del anunciado retroceso de Estados Unidos: pasarían a ocupar el puesto 27 en el ranking mundial femenino, y el 26 en el masculino. Las previsiones dependen de causas variadas, como la accesibilidad del sistema de salud, las muertes por violencia física, la política medioambiental, la alimentación y la obesidad, la incidencia del tabaco o las drogas, la tendencia real al suicidio y la eutanasia, el incremento del consumo de drogas opiáceas, etc. Jay Olshansky, profesor de sanidad pública en la universidad de Illinois considera que la proyección de los datos sobre la salud actual de los ciudadanos daría cifras aún más bajas, como señala en sus investigaciones de los últimos años.

Hace meses ya se difundió la noticia de que la esperanza de vida de los Estados Unidos disminuyó en 2015 por primera vez desde 1993, hasta situarse en 78,8 años de promedio (81,2 mujeres; 76,3 varones). Los datos del National Center for Health Statistics hechos públicos en diciembre reflejaban que las tasas de mortalidad aumentaron en ocho de las diez principales causas de muerte –que representan el 68,6% de los fallecimientos-, sobre todo, en las enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares. Lo había anunciado un año antes un estudio de profesores de Princeton, que señalaron la importancia de las dolencias de la desesperación: sobredosis, alcoholismo y suicidio. De estas causas parecen más libres las franjas de población que se mantienen sin descenso: mujeres negras, e hispanos de ambos sexos.

Estos datos contrastan con los de otros países occidentales, y los expertos intentan analizar las causas, relacionadas con la salud y las condiciones socioeconómicas de carácter general. Un dato inquietante procede del incremento de la mortalidad en personas de entre 30 y 50 años.

Rusia, en cambio, mejora, aunque parte de puestos más bien bajos. Uno de sus más graves problemas es la demografía, que el propio Putin calificó de apocalíptica. Al caer el comunismo, la Federación rusa tenía unos 150 millones de habitantes. Veinte años después, en 2011, había perdido diez millones. El presidente lucha para que no se cumplan las previsiones dramáticas de 128 millones en 2025 y 109 en 2050. La natalidad es la más baja de Europa, con una mortalidad alta y un número impresionante de abortos, legalizados desde los primeros tiempos de la revolución soviética. La política familiar de Putin, y los esfuerzos para limitar los abortos (incluida la prohibición de propaganda favorable), son medidas que pueden detener la sangría. Es también una de las razones –no sólo en línea de fortalecer la identidad de la Santa Rusia- de la aproximación del presidente a la Iglesia ortodoxa: la esperanza de vida no aumentará si falta cierta renovación espiritual en el horizonte.

Desde luego, España goza de una de las expectativas de longevidad más altas del mundo (promedio de 83,3 en 2015): en líneas generales, cada cuatro años ha venido aumentando en uno, salvo retrocesos coyunturales. De hecho, disminuyen las tasas de mortalidad, según informa anualmente el INE, con especificación de las causas de la muerte, que distan en muchos aspectos de las de Estados Unidos. Pero no se puede bajar la guardia, a la vista del declive de los poderosos.

 
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