El fertility day italiano, paradigma del invierno demográfico de Europa

          Ha quedado en segundo plazo el plan previsto de actuaciones, con expertos de todo tipo, para exponer los problemas de la fertilidad: desde la fecundación asistida a los métodos naturales, con explicación de los avances de la ciencia médica en el estudio y tratamiento de los problemas asociados con la infertilidad.

En los argumentos y críticas, más allá de la anécdota concreta del proyecto oficial, se atisban las causas profundas del declive de la natalidad en Italia, no distintas de otros países de Europa, aunque ciertamente la situación transalpina sea quizá la más grave. La polémica refleja también una notoria contradicción cultural: la banalización de las prácticas abortivas coincide con casi un millón de parejas que buscan desesperadamente soluciones para tener hijos.

            En uno de los carteles de la campaña, aparecía una mujer joven con una mano sobre el vientre, y la otra sosteniendo un reloj de arena, con un mensaje neto: “la belleza no tiene edad; la fertilidad, sí”. Otra, más fuerte, utilizaba la foto de un leve cigarrillo para aconsejar que los espermatozoides no desparezcan como el humo. El ministerio de sanidad comenzaba así una campaña contra el dramático descenso de la natalidad, que anda por el 1,3 por mil. Se concentra en el establemente de una jornada de la fertilidad, el próximo 22 de septiembre. Ignoro el motivo de la elección de esa fecha, en la que se celebraba desde 1998 el día sin coches, según una propuesta ecológica. No es fácil ya encontrar huecos libres en un santoral laico muy recargado.

            No faltan quienes recuerdan campañas semejantes de los tiempos del fascismo, que magnificaban, según dicen, la figura de la mujer como madre. En este punto, las jóvenes feministas se sirven de la memoria de sus mayores, para criticar la iniciativa, aunque paradójicamente quien gestiona actualmente el ministerio de sanidad italiano es una mujer, Beatrice Lorenzini, obligada a corregir el programa por el propio primer ministro Matteo Renzi, aunque este firmó en julio el decreto correspondiente... La ministra afirma que no quería ofender a nadie, pero está a punto de tirar la toalla: de momento, retira los carteles, para “remodelar el mensaje”.

            Ciertamente, Mussolini no habría utilizado la lengua inglesa. Basta recordar los nombres usuales en el argot deportivo, perfectamente italianizados, a diferencia de España: allí no hay orsay, como decíamos de pequeños, ni penalti... Pero hoy y ahora, el lenguaje habitual, también el periodístico, está lleno de expresiones anglosajonas: salvo excepciones, partidarios y detractores admiten con normalidad, con mayor motivo en las redes sociales, la expresión fertility day.

            De un gobierno de centro izquierda se esperarían medidas más articuladas para abortar un problema, especialmente vivo en Italia, que alcanzó el año pasado el mínimo histórico de nacimientos. La juventud aportada por la inmigración, frente al envejecimiento de los nacionales, pesa también en movimientos populistas más o menos xenófobos. Pero el decaimiento demográfico tiene serias raíces culturales y éticas, más allá de aspectos sociales y económicos, en los que se apoyan muchas críticas izquierdistas: falta o inseguridad del empleo, dificultades graves en materia de vivienda, etc.

            La cuestión no es ya la armonización entre familia y trabajo, sino la carencia de una ocupación profesional estable: las italianas son las más viejas de Europa al dar a luz al primer hijo; coincide con que, en la franja entre 25 y 54 años, sólo el 57% de mujeres tiene un empleo. De hecho, en una contra-campaña se utiliza también el reloj de arena, con una voz femenina: “la duración de mi embarazo es más larga que mi contrato”. Pero el problema no puede reducirse a la economía: basta pensar en que Alemania, el país más rico de Europa, conoció el crecimiento cero ya en el siglo XX.

            El guirigay puede dar al traste con un proyecto, basado en un documento de 137 páginas, denominado Plan Nacional para la fertilidad, elaborado por el ministerio de sanidad después de un año de trabajo en que han participado médicos y psicólogos, sin excluir a defensores de la procreación asistida y partidarios de los métodos naturales y de una visión cristiana de la reproducción humana. Las conclusiones finales incluyen pasajes discutibles, pero coinciden en puntos centrales, como la urgencia de abordar el problema demográfico, porque la fertilidad es buena, y merece ser promovida, con el consiguiente apoyo de la maternidad. Este es el nudo gordiano, y no las evidentes carencias o desigualdades económicas.


 
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