El presidente Obama ayudará a México en la lucha contra los “narcos”

En su reciente visita a México, Barack Obama ha prometido una mayor cooperación en dos temas delicados: la guerra contra el narcotráfico y las cuestiones ligadas a la frontera y al movimiento migratorio. El punto de partida es el reconocimiento del principio de "corresponsabilidad" de los dos países. Debería concretarse en una cooperación bilateral más amplia centrada en la seguridad y la inmigración, así como en el desarrollo de iniciativas educativas y sociales, sin perjuicio de mantener la cooperación económica aprobada por el Congreso.

Aunque México ha aparecido en la prensa europea durante los últimos años con noticias ligadas a la violencia y el crimen organizado, la realidad es que es el primer gran Estado de Iberoamérica, con una potencia económica y cultural creciente.

Pero el anterior presidente, Felipe Calderón, fracasó en su intento de erradicar un fenómeno que no se produce en toda la República, sino en algunos Estados fronterizos. El despliegue de unos 50.000 soldados provocó de hecho un baño de sangre en el país: el enfrentamiento de los cárteles de la droga entre sí y con la autoridad, se saldó desde 2006 con más de 70.000 muertos y 26.000 desaparecidos en los seis años del mandato de Calderón.

Por eso, Enrique Peña Nieto está lanzando un cambio de estrategia. La implantación capilar del PRI en tantos rincones de México puede facilitar avances decisivos, también con la cooperación de EEUU. Pero poco se avanzará si no se reforma la administración de justicia, en un país donde infinidad de delitos quedan impunes.

De todos modos, no se puede olvidar que el primer mercado mundial de estupefacientes es justamente EEUU. Y no parece que sus autoridades estén en condiciones –menos aún con la política sanitaria y educativa de Obama‑ de reducir la amplitud de la demanda. Se calcula que los cárteles mexicanos están establecidos ya en 2.500 ciudades del Norte. A la vez que surten de droga a los estadounidenses, activan el mercado ilícito de armas: siete de cada diez armas incautadas en México provienen de EEUU.

Se impone, pues, calibrar los planteamientos. "Los Estados Unidos pueden ayudar a México a combatir la guerra equivocada, porque no sabemos quién es el enemigo", afirman expertos de Harvard (cfr. washingtonpost.com, 13-4-2013). En cierto modo, los narcotraficantes actúan como si gestionasen un negocio: optan por la violencia cuando les supone más beneficios que costos. Concretamente, las deficiencias del sistema judicial mexicano determinan una clara impunidad –sólo un 6% de homicidios acaba en una condena‑, que facilita las decisiones criminales. Washington tendría que fomentar medidas que vayan mucho más allá del mero apoyo a la represión. Y revisar a fondo el origen cultural y social de las adicciones. En definitiva, contribuir a ganar la guerra contra la impunidad, más que la mera "guerra contra los narcos".

Enrique Peña Nieto considera que "la violencia no se combate con más violencia". Aparte de retirar al ejército, concederá prioridad a la prevención, basada en la lucha contra la pobreza y la mejora del sistema educativo. En el plano de la comunicación, tratará de erradicar la imagen de héroes que acompaña a los capos de la droga, mejorando el modo de presentar a los medios las detenciones de narcotraficantes. Y las reformas jurídicas y penitenciarias deberían conferir eficacia a la administración de justicia.

De momento, se ha producido una disminución del 17% de asesinatos desde la toma de posesión del nuevo presidente. Prudentemente, el ministerio del interior rechaza toda actitud triunfalista. Pero la grandeza del pueblo mexicano se merece la victoria contra esa terrible lacra del narcotráfico.

 
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