Reinventar la democracia

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez a su llegada a la jornada 'Los retos de la democracia hoy', que se celebra con motivo del 40º aniversario del 23-F en el Instituto Cervantes, en Madrid (España), a 22 de febrero de 2021.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez a su llegada a la jornada 'Los retos de la democracia hoy', que se celebra con motivo del 40º aniversario del 23-F en el Instituto Cervantes, en Madrid (España), a 22 de febrero de 2021.

Al cumplirse el año de la pandemia, se están agudizando los problemas de convivencia ciudadana, con la crisis de confianza en los dirigentes, principalmente, por el modo un tanto errático de gestionar los problemas derivados de la brutal y persistente acción del coronavirus.

En conjunto, se advierte una deriva hacia formas autoritarias, con el consiguiente déficit de participación por parte de los ciudadanos; se han ido convirtiendo en súbditos más bien pasivos, aunque no hayan perdido capacidad de resistencia. En la práctica, los gobiernos están soslayando o reduciendo al mínimo el control y debate parlamentarios. Han abusado literalmente de órdenes ejecutivas, decretos-leyes o figuras semejantes de cada ordenamiento jurídico.

Comienza ya a sentirse la necesidad de introducir algún tipo de reforma –en algún caso, radical- que asegure los viejos ideales democráticos de occidente. No me refiero, como es lógico, a la situación predominantemente autocrática de tantos países, aun emergentes, en el continente asiático. En el fondo, persiste aquella “larga marcha” hacia Pekín, que puede agostar el nacimiento o pervivencia de las libertades en naciones de oriente.

En París, cuando se celebra el aniversario de la Comuna, no faltan iniciativas para revivir los grandes principios de la revolución que acabó con el antiguo régimen. El momento revolucionario no evitó el surgimiento de la tendencia -más francesa de lo que parece- a la concentración de poder en los líderes. Después de conocidas alternativas, De Gaulle llevó a Francia a su V República, con la síntesis de presidencialismo y elecciones a doble vuelta, que aseguran un objetivo muy propio del mítico general: la fragmentación política no debe impedir la concentración del poder tras cada consulta electoral.

En la etapa final del actual quinquenato macroniano, se ha ido agravando el malestar político, acentuado estos días por el miedo de los ciudadanos a seguir pagando con discutibles y radicales confinamientos el fracaso en la lucha por la salud. Una manifestación concreta es el anuncio, en una tribuna de Le Monde, de cinco diputados que representan diferentes sensibilidades de la mayoría presidencial, de crear un grupo de reflexión llamado Le Défi démocratique. Según los promotores de la iniciativa, el gran objetivo de un segundo mandato de Emmanuel Macron al frente de la República debería ser "reinventar la democracia en Francia".

No sólo en el país vecino. Están en juego factores determinantes, como la recuperación de la confianza de los ciudadanos en sus dirigentes formales, la reforma radical de la Administración pública para que cumpla con eficacia su función de servicio público –aprovechando también al máximo las posibilidades de la tecnología digital-, así como nuevas fórmulas de representación política que armonicen estabilidad y alternancia, mejorando también la división de poderes dentro del irrenunciable estado de derecho.

La pandemia ha puesto de manifiesto dolencias internas del sistema democrático en los países occidentales: en los que cuentan con una larga tradición y en los más jóvenes, como España. La lucha contra el virus, junto con la amenaza del terrorismo, ha introducido riesgos cada vez más claros del predominio de la seguridad sobre las libertades, que podría ser letal. Como afirma una prestigiosa jurista, Mireille Delmas-Marty, la obsesión por la seguridad, el sueño de un mundo sin riesgo, sin crimen y sin enfermedad puede convertirse con facilidad en la pesadilla de las sociedades del miedo. Las nuevas tecnologías, que harían de veras eficiente la Administración pública –basta pensar en tantas dilaciones en materia de vacunas o de distribución de prestaciones sociales urgentes-, aportan también medios de vigilancia inimaginables hace nada, que pueden transformar “nuestros Estados constitucionales en Estados policiales” y las “sociedades abiertas en sociedades del miedo, donde la sospecha suspende la fraternidad y convierte la hospitalidad en un delito”.

Se puede estar más o menos de acuerdo con estos diagnósticos. Lo difícil es perfilar y proponer soluciones, especialmente en momentos en que occidente refleja más bien una profunda crisis de liderazgo, sin apenas excepciones. De ahí la necesidad de empezar pronto, porque hay trabajo para mucho tiempo. En todo caso, como acaba recordar Géraldine Schwarz, a propósito de la solidez de la democracia alemana, más allá del cumplimiento de la ley, lo decisivo es “el respeto del espíritu democrático en todas las escalas de la sociedad: dialogar, argumentar, tolerar, encontrar un consenso”.

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato