Sobre la ética, las emociones, y la física vectorial

Tanto la sociedad en general como el mundo empresarial en particular, se encuentran sumidos en una percepción de lo que la vida es que se apalanca, casi con exclusividad, en valores como la motivación, la ilusión, la felicidad, y una larga retahíla  de deseos y emociones que lo que propician es arrinconar cualquier impulso motor encaminado al logro con esfuerzo y sacrificio.

El sentido del deber, el acuerdo comprometido por la palabra dada, el honor…palidecen avergonzados por deseos tan edulcorados. Emociones y más emociones sin dirección ni sentido.

Cuando apelamos, de forma recurrente, a la motivación, a la ilusión, y a la felicidad, entre otros deseos, manifestamos una dependencia puramente emocional, nos mostramos subyugados por la búsqueda de un estado de ánimo gratificante y placentero; toda actividad que no se presente avalada por vitolas tan reconfortantes quedará rápidamente deslegitimada.

En ocasiones, y por su precisión, el lenguaje científico es una importante fuente de analogías propiciadores de una mayor y mejor comprensión de determinados conceptos. En particular, me referiré a la física vectorial; disciplina que, en la notación de lo que es una fuerza, se vale de un número (valor de la misma expresado en newtons y que en mi analogía vendría a presentarse como la emoción) y una flechita sobre él para significar que el entendimiento y comprensión de la misma necesita, además de un valor, de una dirección y de un sentido[1] (el referente ético).

¿Cómo estudiar, trabajar, entrenar o doctorar, cuando la materia  nos desanima o el ánimo flaquea por la falta de fuerzas? De atender con exclusividad a la emoción (el  cardinal que se encuentra debajo de la flecha) la respuesta se nos presentará como un imposible.

Toda emoción, al igual que toda fuerza, se muestra necesitada de una dirección, de un sentido, de una meta, que orientándola a la vez la legitime.

Ser leal, valeroso, sacrificado, esforzado -la emoción-, requiere de una legitimidad que sólo está al alcance de quien tiene por referente a los principios que, obrando como norte, se asemejan en su papel a la flecha directora.

Las emociones, jamás se podrán presentar como patrón de conducta, necesitan de un sentido que debe concretarse enraizado con la justicia, con la verdad, con la generosidad…

Los valores, miden la cantidad de fuerza; los principios, su dirección y sentido. Los valores, muestran  cómo nos empleamos;  los principios, dan pistas sobre el intento de gobierno de las consecuencias de nuestros actos.

 

El esforzado y leal (valores) colaborador de un mafioso, se pone a disposición de un individuo que, en el resultado de sus actos (principios), se manifiesta como lo que es.

De ahí que mostrarse como amigo de sus amigos no da pista alguna de a qué tipo de persona nos enfrentamos. De ahí que el deportista que se presenta sudoroso en su esfuerzo (resulta indiferente que escale montañas,  participe en maratones o dispute un partido de  tenis) tampoco nos aporta detalles de su calidad humana. De ahí que…

No es tan importante educar en valores como en principios y, en todo caso, un poco de física nunca viene mal.



[1] F = 5N


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