¿Por qué es necesario un buen uso de Internet y de las redes sociales?

Redes sociales.
Redes sociales.

La respuesta afirmativa a la pregunta del título de este artículo nos la da el hecho de que ya exista el día de Internet Segura o Safer Internet Day (SID). El 7 de febrero de cada año se celebra el Día de Internet Segura en todo el mundo. El lema de la edición de este año fue “Juntos por una Internet mejor (Together for a better internet)”. El objetivo de este día es impulsar el uso seguro y responsable de la tecnología, especialmente por los niños y los jóvenes. Aunque el ISD está dirigido también a otros sectores de la población: padres, educadores y trabajadores sociales.  Además, anima a las empresas, organismos y responsables políticos a colaborar en la creación de una Internet mejor. Este día también está dedicado a la seguridad de las redes sociales, ya que las redes son estructuras formadas en Internet por personas u organizaciones que se conectan a partir de intereses o valores comunes. Podríamos decir que el “quid de la cuestión o del ISD” es determinar que entendemos por una Internet mejor

Hay que reconocer que las tecnologías y las redes sociales ha modificado el “modus operandi” de los hombres y mujeres de nuestro tiempo, en concreto, mejoran la comunicación, facilitan nuevas formas de aprendizaje y el acceso al conocimiento. Sin embargo, cada día se hace más palpable la necesidad de hacer un buen uso de todo lo que nos ofrece “el mundo digital”. El buen uso nos ayudará a desarrollarnos, no solo como buenos estudiantes, en el caso de niños y jóvenes, o buenos profesionales, sino como buenas personas. 

Hoy en día, es una realidad que Internet y las redes sociales no son todavía un lugar seguro, sobre todo para los niños y los jóvenes. Prueba de ello, son las recientes denuncias interpuestas por las 109 escuelas públicas, del mayor distrito escolar de Seattle, a las grandes empresas tecnológicas Meta (propietaria de Facebook e Instagram), Byte Dance (dueña de TikTok), Alphabet (matriz de YouTube) y Snapchat, por fomentar un uso adictivo de sus respectivas redes sociales entre los niños y jóvenes. Una adicción, se manifiesta cuando, por distintos motivos, una persona se concentra exclusivamente en una única actividad (lo que puede ser causa o efecto de la adicción) y corre el riesgo de volverse adicto a esa conducta. Las dos principales características de una adicción son la pérdida de control y la dependencia. Lo que busca una persona adicta es la mejoría de su malestar emocional, es decir, intentando ahuyentar el aburrimiento, la soledad, la ira, el desconcierto o el nerviosismo. Todo este cóctel propicia conductas de escape, de evasión o de anonimato. En concreto, los tres grandes ciberámbitos de esas conductas son las páginas web de contenido pornográfico o violento, los sitios de juegos y apuestas, etc.

Los denunciantes acusan a las tecnológicas de explotar los cerebros de los jóvenes, ya que los algoritmos de las redes están diseñados para que los jóvenes se mantengan enganchados y expuestos a contenidos nocivos para su salud física y mental. “El poder del enganche” de las redes, como indican los psiquiatras, se debe tanto a la brevedad, como a la inmediatez. El “enganche” parece estar relacionado con el aumento de la dopamina, que se relaciona con un circuito de recompensa o de placer, y puede producir efectos similares a los de la cocaína u otras drogas. Lo que ha provocado un gran aumento de trastornos depresivos, desórdenes alimenticios como la anorexia, autolesiones o suicidios. En este punto, cabe mencionar que una exempleada de Meta, Frances Haugen, declaró que los directivos de esta empresa saben que el uso abusivo de Instagram por parte de los jóvenes aumenta la posibilidad de presentar cuadros depresivos.

Las escuelas demandantes argumentan que los problemas de salud mental influyen negativamente en el rendimiento académico de sus alumnos, el comportamiento en clase, el absentismo escolar y las adiciones. Las redes disponen de diferentes mecanismos como el scroll o el double check, entre otros, para promover su uso adictivo. Como ya hemos señalado, al peligro de las adicciones hay que añadir el de los contenidos, ya que éstos no suelen ser inocuos para los jóvenes. Hay estudios que muestran que los algoritmos de algunas redes han sido configurados para llevar a los jóvenes a las llamadas “madrigueras”, en las que aparecen contenidos dañinos, como anuncios de pornografía o prácticas sadomasoquistas, etc. Tampoco hay que obviar que las redes provocan aislamiento, por el que muchos jóvenes no tienen amigos, y son una forma de evasión inofensiva que puede acabar mal.

Además de los riesgos ya mencionados, como la adición, los contenidos perjudiciales, el aislamiento o los problemas de salud mental, hay que considerar la falta de privacidad y la cantidad de información que extraen los algoritmos de las redes de sus usuarios.  En relación a la privacidad, ya apostilló M. Zuckerberg de Meta, que ésta debe convertirse en algo obsoleto. Y respecto a la segunda cuestión, vale la pena recordar que una red puede recoger, en unas horas, más datos sobre los gustos del joven de los que sus padres podrían nunca imaginar. Información que usa el algoritmo para mantenerle enganchado.

Las denuncias presentadas por las escuelas de Seattle se amparan en una ley estatal, Washington Public Nuisance Law, que penaliza “las actividades que dañen la salud pública, expongan a contenido ofensivo o impidan el cómodo disfrute de la vida”. Pero, a su vez, las tecnológicas pretenden quedar eximidas de responsabilidad alguna, al ampararse en el siguiente principio: “ningún proveedor o usuario de un servicio informático interactivo será tratado como editor o portavoz de la información facilitada por otro proveedor de contenidos informativos”. Todos los usuarios de las redes deberíamos ser conocedores del último principio, pero la realidad es otra. La mayoría de los jóvenes desconocen que una cuenta en una red social es un espacio que uno alquila y que puede dejar de ser suyo de un día para otro, es decir, una cuenta en una red social le pertenece al creador de la plataforma. 

Las escuelas que han presentado la demanda se reafirman en que el negocio de las tecnológicas es mantener a los jóvenes enganchados, lo que provoca un empeoramiento de su salud mental e impiden que las escuelas lleven a cabo su labor educativa. La razón de ser de las plataformas es proporcionar contenido comercial, no contenido cultural o educativo. Los jóvenes y las escuelas son una “mina de oro” para las tecnológicas. 

Es bien cierto que los alumnos con problemas de salud mental tienen peores resultados académicos, lo que obliga a las escuelas a contratar más profesionales de salud mental, a desarrollar planes de prevención sobre los peligros del uso de las redes sociales y a reforzar la formación de los profesores.  Por todo ello, solicitan al tribunal que ordene a las empresas que dejen de provocar daños, paguen la educación preventiva y los tratamientos derivados del uso lesivo de las redes sociales.

 

Las denuncias de las escuelas de Seattle nos tienen que hacer ver que la prevención familiar y escolar es fundamental. Se trata, en definitiva, de ayudar a los jóvenes a que puedan disfrutar de las enormes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, pero hay que hacerles conscientes de sus riesgos y de que el centro de su vida no debe girar alrededor de los medios digitales. Para eso es muy importante que los padres y educadores, refuercen la voluntad de los adolescentes, compartan actividades con ellos, les ayuden a discernir la verdad, el bien, la belleza y todo aquello que les puede ayudar a ser personas que lleguen a prestar un buen servicio a la sociedad, frente a todo el bombardeo de ideas al que constantemente están sometidos. Sin duda, solo así se conseguirá un buen uso de Internet y de las redes sociales o una Internet Segura, Safer Internet.

Tomasa Calvo Sánchez

Catedrático de la Universidad de Alcalá

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