La Agenda Digital de la Comisión ¿Europea?

Las actuaciones de la comisaria para la Agenda Digital, la neerlandesa Neelie Kroes, ponen cada vez más en duda el carácter europeo de la institución que representa, una Comisión cada vez menos europea y, lamentablemente, más pro yanqui. Los constantes ataques a las grandes compañías continentales sólo son comparables a la protección a ultranza a las empresas americanas de Internet como si Bruselas fuera el 51º Estado.

Incomprensible actitud hacia unas compañías que han dinamizado el sector, sí, que tienen millones de usuarios y fans en el viejo continente, y que dotan de sentido a las redes de telecomunicaciones…, pero que ni invierten, ni contratan, ni crean valor, ni se comprometen con las economías de los países que les están haciendo enormemente ricos. Y nuestros gobernantes comunitarios, a reírles la gracia.

Entre las exigencias, amenazas y sanciones de Kroes a las grandes telecos europeas –ahora quiere quitar las permanencias, para que los clientes puedan pasar de una a otra libremente, haciéndole el caldo gordo a los fabricantes de los aparatos-, y la omisión del inagotable Joaquín Almunia, vicepresidente de la CE y comisario de Competencia, que evidentemente no se atreve a hincarle el diente a Google como se merecería, desde Bruselas se está potenciando claramente la protección a los OTT (over-the-top), aquellos servicios y contenidos transmitidos a través de infraestructuras de banda ancha sin que las operadoras y sus redes puedan controlar su distribución. Una protección que lleva acarreada la desprotección de las operadoras europeas (aquellas a las que, en teoría, tienen que defender). Y, lo peor, con toda impunidad. Cuando el sector de las telecos europeas sea un auténtico solar, algo que está, lamentablemente, a la vuelta de la esquina, no asumirán culpa, responsabilidad ni compromiso alguno. No pasará nada.

Resulta innegable que todo apunta a que las anquilosadas operadoras europeas van a tener que convertirse en simplemente transportistas de contenidos, y ceder sus redes sin más para que estas modernas empresas que tanto bien público hacen a la sociedad aumenten sus enormes beneficios (¡qué lástima que no tengan del todo cogido en qué consiste eso de tributar!). Claro que lo de la explotación infantil tampoco parece hacer mella en su imagen, así que para qué llevarse malos ratos…

Paul Samuelson Jr.

 
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