Amigos Virtuales

Hace tan sólo unos días asistí a la presentación del último libro que ha escrito el doctor Rojas –catedrático en Psiquiatría- que lleva por título Amigos. Adiós a la Soledad. La obra nos presenta el valor de la amistad como una preciada joya a conservar; nos alienta a aprender a tratar a los demás; a afianzar las amistades sobre una base sólida y verdadera, incluso asegura que la amistad es el secreto para afrontar la temible indeseada soledad.

Ante un público numeroso, el doctor Rojas, hizo hincapié en tres cualidades imprescindibles de la amistad: afinidad, como atracción que se da entre las personas; donación, como capacidad de entregarse uno mismo y por último la confidencia, nutrida de confianza reservada, estrecha e íntima.

Qué diferente el planteamiento que nos ofrecen las nuevas redes sociales como Tuenti, Facebook, MySpace y un largo etcétera, que te bombardean con invitaciones a formar parte de una red social en la que puedes convertirte en el amigo número 3.700 de mi amigo. Este sistema de encontrar y mantener tus amistades es evidentemente diferente al natural. Para acceder a la red el interesado ha de describir su perfil haciendo un repaso a su trayectoria en la vida; facilitando sus datos, aficiones, fotos preferidas, y a lo que añade en alguno de los casos un sin fin de indiscreciones. A la hora de elaborar dicho perfil, cada uno intenta mostrarse con su mejor traje, ofreciendo un retrato un tanto distorsionado, en la que realidad brilla por su ausencia, convirtiendo la espontaneidad y la naturalidad en un océano de superficialidad.

Si bien uno de los fines que se persiguen es el de relacionarte con tu grupo de amigos, el resultado no siempre se respeta pues como la lista va creciendo en la medida en que se incorporan los amigos de mis amigos -cumpliendo el asombroso principio de: “los amigos de mis amigos son mis amigos”- te puedes encontrar de la noche a la mañana con la sorpresa de tener una solicitud de cientos de extraños ansiosos de formar parte de tu lista de conocidos. Y sí no, que se lo digan a Sofía de Oliveira conocida por “la chica con 129.000 amigos en Internet” lo que ella califica de irónico pues entre la Sofía virtual y la real existe un abismo. Sus amigos en la vida real no superan los diez, así lo declaraba en un reportaje que le hicieron el pasado mes de enero en El País.

Qué las redes sociales son una realidad ineludible: sí, lo son. Qué tienen aspectos positivos: sí, los tienen, como es el de reencontrarse con un antiguo compañero de colegio al que no viste desde entonces, o descubrir un fabuloso químico con el que compartir conocimientos e incluso hay muchas personas que las usan con fines profesionales.

Lo que sí pueden llevar este tipo de redes sociales es a un alarmante estado de dependencia, a quedar atrapado, enganchado en la red y a crear una especie de obligación impuesta de estar al día en todo lo que sucede en la red: qué amigo ha actualizado sus datos, qué opinan de los comentarios que allí se almacenan, cómo se llama mi nuevo amigo, y por si fuera poco, como toda dependencia, se traduce en un derroche de tiempo el cual no se alcanza ni a medir. Me pregunto ¿dónde está el momento de compartir una cerveza con tu amigo, ver una buena exposición, o visitar a un familiar enfermo? Hace falta una enorme dosis de dominio para saber emplear estas nuevas tecnologías con la suficiente fortaleza para no dejarse llevar por una pavorosa y temible ansiedad.

 
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