Amores heroicos

Ella se volverá a Valencia y tú tendrás que regresar a Madrid. La de anoche fue la más fría de cuantas madrugadas habéis pasado juntos este verano. Y han sido muchas paseando por la playa, charlando entre luces de discoteca o en la soledad de las farolas del puerto, hasta que las estrellas os ensañaban la dirección a casa. En el camino, siempre, la sonrisa brillante. Por la mañana, la alegría en los ojos. Por la tarde, la paz en el alma. Por la noche, la ilusión en el gesto. La esperanza de veros, encontraros y de poder pegarle una patada al mundo en dirección contraria a su movimiento habitual, para detener por siempre el tiempo en ese 19 de agosto que removió vuestros corazones. ¿Por qué tan tarde? ¿Por qué no haber empezado todo esto el primer domingo de este largo verano? ¿Por qué ha de llegar septiembre y empañar el corazón?

Los amores de verano han protagonizado canciones y cautivado a poetas desde tiempo atrás. Las historias son paralelas pero la ilusión y la salitre que las baña es siempre la misma. Sin embargo, los rostros, los nombres y los apellidos son diferentes. Son historias de amor, quizá adolescente, que a veces tienen sentido, a veces no. A veces tienen futuro y otras no. Pero nada volverá a ser igual después de este mes de agosto, al menos para vosotros, cuando habéis firmado, con el mar como testigo, que hallaréis de alguna forma un puerto común donde encontraros y adornar el futuro con esperanzas y canciones de amor. Habéis llegado hasta ahí sin pretenderlo, cautivados por lo interno y lo externo de quien en muy pocas horas comenzaréis a echar de menos. Vodafone, Movistar o Amena serán los primeros en celebrar la desolación de vuestra distancia. Y es que el mundo, durante un tiempo, parecerá hecho para otros. No para vuestro inocente amor condenado a la frialdad de la distancia. La primera gran prueba de fuego que habréis de pasar ya está aquí.

Las cartas –esos fríos mails son sólo un atajo de emergencia-, a la antigua, de puño y letra, confirmarán vuestro empeño por hacer de la separación, cercanía, de la tragedia de vuestro futuro, el trampolín a la esperanza. Aunque no esté de moda os habéis prometido fidelidad. Porque desde vuestro inocente y simple planteamiento de juventud, sabéis bien que no hay amor real sin promesa de luchar por la fidelidad, a pesar de lo que digan todos esos fracasados que ni en su juventud, ni ahora en su madurez, han tratado de esforzarse ni un poquito por quien decían amar. El amor es lucha diaria. Minuto a minuto. Amar es bastante más que desear, y bastante menos que querer. Amar es llevar el amor a la acción no visible, pero el querer posterior nos supone un esfuerzo, en muchas direcciones, que no hace otra cosa que proyectarse en nuestra felicidad y en prolongar aquellas historias que protagonizamos cualquier verano de juventud y romanticismo.

Acabáis de despediros y las canciones con las que habéis bailado este verano suenan suavemente de fondo, en vuestro corazón. No olvidáis aún vuestros rostros, que habéis tratado de dejar sonrientes en la última despedida. Queríais que esa imagen feliz, esa bonita instantánea, se almacenara por siempre en vuestra mente, pero el fracaso del propósito ha sido cuestión de metros: pronto han llegado las lágrimas que certificarán el final del verano más feliz de vuestras vidas. El final de un verano en el que lo de menos es precisamente eso, el verano. El final y la incertidumbre dan paso al frío, al miedo y a la emoción contenida. Por primera vez en muchos meses, escucháis el eco de vuestros pasos solitarios sobre la acera, al alejaros el uno del otro, tras vuestra despedida.

No sé si os volveréis a encontrar el año que viene en la misma playa. Si él se armará de valor en Navidad y se dejará los ahorros en ir a verla a ella o si ella se dejará la piel por conseguir como sea una Semana Santa en Valencia. No lo sé y quizá tampoco lo sabéis vosotros. Pero todo esto que habéis pasado os puede enseñar todo lo que dentro de unos años os encantará no haber olvidado jamás. Aunque desde hoy y durante muchas noches, cada vez que suene esa canción, vuestro corazón dará un gran vuelco y vuestros ojos se llenarán de lágrimas, quizá imaginando dónde estará aquel a quien habéis prometido no olvidar en la distancia ni un solo día.

Los tiempos van cambiando, sí, pero hay sentimientos, propósitos, historias, voluntades, pensamientos y ocasiones que se vuelven a presentar con la misma intensidad año tras año. El amor a distancia de estos dos jóvenes debería llenarnos a todos de esperanza. La canción de fondo podría ser siempre la misma, pero su historia personal ahora tiene más mérito. Porque lo del amor, en pleno siglo de la comida –y las relaciones- rápida, es ya una tarea heroica.

 
Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato