Ataduras tradicionales profundizan la crisis cubana

El 5 de septiembre concluyó la programación para entretener a niños, jóvenes y mayores durante el período vacacional. Las actividades culturales y la programación especial en la televisión, indispensables para bajar la tensión social, fueron muy publicitadas. El día 7 comenzó el curso escolar, diferido una semana para concluir la adecuación de locales para los preuniversitarios que ya no serán obligatorios en el campo y otros, así como reestructurar el sistema educativo, finalmente reconocido el desastre ocasionado durante décadas.

Pero la presencia física de Fidel Castro desde el 7 de julio ha sido lo más novedoso.   De las Reflexiones pasó a visitas, reuniones con científicos nacionales y periodistas extranjeros, y la presentación del libro sobre su guerra de guerrillas. Reunió el 3 de septiembre a estudiantes, fundamentalmente universitarios, a sus pies con el Alma Mater de fondo para tener la satisfacción de disponer nuevamente de una multitud, y ser transmitido por las televisoras y los medios de prensa internacionales al advertir a la humanidad sobre el peligro de la próxima guerra atómica.

Mientras tanto, no se abordan esos temas en los hogares y las calles. Los cubanos están agobiados por sus calamidades diarias y no vislumbran soluciones. La gente se exaspera, las discusiones por asuntos baladíes son permanentes y todos comentan que existe gran agresividad. El intenso calor y el ocio influyen. La violencia doméstica y el alcoholismo crecen. Las colas para el transporte son inmensas en La Habana, y en el interior los coches y carretones tirados por caballos tienen ya hasta rutas establecidas y precios fijos, que los potenciales pasajeros procuran vulnerar para garantizar los viajes. Los pensamientos se entrelazan entre la escasez permanente de alimentos; el dinero que no alcanza para comprarlos, y mucho menos para adquirir los caros zapatos, mochilas y útiles escolares que los hijos deben llevar al iniciarse las clases. 

Desde el gobierno se pide al pueblo mayores esfuerzos para ser más productivos, a cambio de desempleo, con el respaldo del secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba, que no reclama la eliminación de la burocracia, la eficiente gestión de los dirigentes y la urgente legalización del trabajo por cuenta propia para crear empleo, así como mejorar la economía familiar y del país. 

La priorizada agricultura refleja el caos generalizado por el entramado de intereses, incapacidad y ataduras de un sistema inflexible.   Quienes han disfrutado de cinco decenios de voluntarismo se resisten a perder sus prerrogativas, mientras elevan murallas contra los que están conscientes de las necesidades de cambio y también se estrellan contra la imposibilidad de tomar decisiones y la incapacidad organizativa. Reportajes en la televisión muestran miles de toneladas de plátanos, boniatos, ajos y otros productos en deterioro porque no son recogidos por las empresas comercializadoras y los agricultores no pueden llevarlas directamente al mercado. Los responsables de cooperativas, granjas y agricultores privados argumentan que se han esforzado por cumplir los compromisos, pero los alimentos no llegarán o lo harán en mal estado. Además, se reconoce que no se avanza en la entrega de tierras en usufructo debido a la demora burocrática y a que no se ha autorizado la construcción de instalaciones ni se venden insumos para poder acabar con la maleza (marabú) y realizar las labores. Hasta ahora los máximos dirigentes de la esfera continúan inamovibles.

Para “resolver” los problemas de la población se ha continuado sacando los pocos productos que permanecían en el sistema de racionamiento, con apreciables incrementos de precios y los mismos salarios y pensiones. Si bien la llamada Libreta de Racionamiento sólo alcanza para una semana o 10 días, y ha sido fuente de burocracia y corrupción, muchos cubanos con bajos ingresos económicos al menos tenían algo garantizado. La última novedad ha sido la eliminación de la venta racionada de cigarrillos a personas nacidas después de 1954, que afectará aún más a los ancianos que los revendían a un precio algo superior para mitigar sus estrechos presupuestos.

El empobrecimiento, la ausencia de oportunidades para mejorar el nivel de vida, el hacinamiento habitacional, la corrupción generalizada, la prohibición de cualquier iniciativa personal y la pérdida de valores morales son caldo de cultivo para el incremento de la ilegalidad y la delincuencia. La solución no puede ser más represión y cárcel sobre todo para los jóvenes, negros y mestizos que ya constituyen el grueso de la población penal. 

¿En qué sentido Silvio Rodríguez señaló que a revolución le sobra la R para tener “evolución”? ¿Pensaría en que el régimen se reinventara para garantizar la dinastía? Si ese fuera el caso, mal futuro para los cubanos. Más vale creer que deseaba “mudar de conducta, de propósito o de actitud; desarrollo”.   

Actualmente las autoridades procuran recomponer su imagen internacional y atraer inversiones. Sin embargo, ni las posiciones de fuerza ni las promesas de medidas idílicas tendrán sustentación, si no se abre la economía, se libera la creatividad y la pluralidad de opiniones. Garantizar soluciones es responsabilidad de los altos dirigentes de Cuba y ya se ha perdido demasiado tiempo.

 
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