Belleza y salud. El ejemplo de Angelina Jolie

Nada de paparazzi de guardia a la entrada de la clínica o del domicilio de la actriz, ni de periodismo de investigación a la vieja usanza. Ha sido la propia protagonista quien ha contado la historia y sus pormenores, y en un medio tan serio como el New York Times, el periódico más influyente del mundo. Con una objetividad cercana a la asepsia, Angelina Jolie va describiendo lo anunciado en el título de su relato: “Mi elección médica”. Supongo al lector enterado de los hechos, pues la casi totalidad de los medios tradicionales y las redes sociales han dedicado titulares y amplio espacio a la peripecia médico-quirúrgica de la actriz.

Me parece que este caso revela algo interesante sobre el papel de la belleza y de la salud en nuestra sociedad. Sabemos que la belleza ayuda a triunfar, y no solamente en Hollywood. Ser guapa o guapo facilita el éxito en la búsqueda de pareja y también en el trabajo. Las personas bien dotadas físicamente ganan más y llegan más arriba en la jerarquía profesional y social. Un físico agraciado proporciona seguridad y eleva la autoestima. De ahí que el sector de la belleza haya cobrado en nuestros días tanta importancia económica y sanitaria. Cuando la naturaleza no da más de sí, interviene la tecnología del body building, que incluye desde la cosmética hasta la cirugía estética. Tras las huellas de Fausto, el moderno lucha desesperadamente por alcanzar la eterna juventud y la consiguiente belleza. Claro que, al final, hay que rendirse ante el inexorable paso del tiempo. Recuerdo las declaraciones de Catherine Deneuve, la gran dama del cine francés y europeo, cuando cumplió sesenta años: “Al llegar a este punto una adquiere perspectiva y madurez. Formulo un propósito: ya vale de cirugía”. Pasar cada pocos meses por el quirófano puede llegar a convertirse en una adicción, de modo especial si la buena imagen se considera clave para el éxito profesional y personal.

La salud, íntimamente unida a la belleza, se vive en nuestra sociedad como una conquista y un derecho. Los gobiernos la prometen y garantizan y los ciudadanos la exigen. Es el juego del Estado social y del bienestar, que dedica a la sanidad la partida más alta del presupuesto. Ya no nos resignamos ante la enfermedad: reclamamos curación. Ivan Illich denunciaba ya en los años setenta que la búsqueda de la salud se ha convertido en el principal agente patógeno. La obsesión por el bienestar se convierte en una auténtica enfermedad. El premio Nobel de Economía Amartya Sen ha demostrado que cuanto más crece el gasto sanitario, mayor es la probabilidad de que los ciudadanos se consideren enfermos. Nunca una población tan sana se ha sentido tan desmejorada. Hemos derrotado a los tradicionales azotes de la humanidad, pero surgen nuevos peligros, asociados a estilos de vida insanos: sedentarismo, tabaquismo, alcoholismo y drogadicciones, promiscuidad sexual. La misma dinámica se observa en farmacia. La OMS estima que cerca de la mitad de las medicinas se dispensan o utilizan de una forma inadecuada. La automedicación se ha convertido en una pandemia.

Ojalá que a Angelina Jolie le vaya bien. Según los pronósticos generales, ha disminuido del 87% al 5% la probabilidad de tener cáncer de mama, pero, ella lo sabe, no está libre de padecer otros. La estrella de la pantalla, como se decía antes, confiesa que se ha decidido a contar su caso para animar a tantas mujeres que pueden encontrarse en su situación, en lo relativo al cáncer, se entiende (no así en la reconstrucción de la figura mutilada, que no todas tendrán dinero para pagarla).

Veremos si lo consigue, porque la información sobre salud es imprevisible en sus efectos y no siempre consigue el equilibrio deseable: puede suscitar expectativas irreales o difundir un alarmismo exagerado. La mastectomía no es la primera terapia recomendada para la mayoría de los casos de cáncer de mama; esperemos que no se produzca una demanda exagerada de esa cirugía por imitación de la afamada actriz.

Alejandro Navas

Profesor de Sociología de la Universidad de Navarra.

 
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