Cantar en verde, pensar en rojo

Cantar bien, saber algo de interpretación o salir en el “Hola” no da ninguna autoridad especial a nadie como para decirle al resto de los hombres lo que deben o no deben hacer en cuanto a las cuestiones políticas, sociales o morales. Dicho de otra manera: quienes cuentan con esas virtudes pueden decir lo que les de la gana, pero deben saber que sus palabras tienen el mimo valor que las mías, o que las suyas.

Hace unos días el multimillonario más verde –y más rojo- del momento, Al Gore, logró juntar a decenas de artistas de primera línea internacional en los conciertos de Live Earth que se celebraron simultáneamente en lujosos escenarios situados en diversas partes del mundo. Un montaje sin precedentes con el que se pretendía convencer al mundo entero de que es necesario un cambio en nuestros hábitos de vida si queremos salvar el planeta. El concierto en sí fue una sucesión de soflamas: desde la demagogia preescolar y el cinismo vertiginoso, hasta sutiles guiños de odio a las formas de vida occidentales. Guiños, todo hay que decirlo, que quedan especialmente graciosos cuando salen de la boca de reconocidos consumistas compulsivos y millonarios del mundo de la canción internacional. Los planteamientos –salvo muy pocas excepciones- de las estrellas de la música del Live Earth pueden resumirse así: en cuanto al pensamiento y razonamiento científico, “contamina que algo queda”; en cuanto a lo cotidiano y el día a día, “contamina que no se enteran”.

No es que yo disfrute viendo como el planeta se va a tomar viento, con cada vertido en el mar, cada fuga de alguna sustancia contaminante o con cada incendio. Nada de eso. Más bien todo lo contrario. Pero es que de ahí al asunto del clima hay un gran salto. No puedo fiarme de un señor que no sólo no es científico sino que es político -¡aún encima!-, un tipo que, en su vida privada, vive exactamente al revés de como pretende que vivamos los demás, y un hombre que, en fin, se está enriqueciendo a costa de la buena –y mala- voluntad del prójimo, predicando que el fin del mundo llegará de la mano del calentamiento global. A ver si ahora resulta que vamos a volver a los tiempos de los falsos profetas callejeros, las catástrofes y las sectas japonesas del fin del mundo que inundaron en los 90 los periódicos. Porque es lo que nos falta. Un suicidio colectivo medioambiental o algo así.

Y en éstas, cuando algunos ya estamos un poco cansados de tanto ruido y tan pocas nueces, llegan los de siempre: los artistas. En el Live Earth de Al Gore muchos han visto una ocasión de lujo para prestar su colaboración, más egoísta que altruista, y hacerse un importante lavado de conciencia. Buen rollo a raudales. Música. Lucecitas contaminantes. Salvemos al planeta. Alguna lágrima. Mucha prensa. Mucho glamour. “Sonría a la cámara por el cambio climático, por favor”. El ambiente perfecto para salir de allí con la mirada a lo Gandhi, pensando: “Bueno, ya puedo volver a Villa Beverly Hills tranquilo. Puedo seguir contaminando lo que me de la gana porque ya he cumplido, prestando mi talento para convencer a todos los demás de lo que no se debe hacer”. No me digan que no les recuerda a ese adulto que mete el dedo hasta el fondo del tarro de Nocilla, se lo chupa y mira al niño diciéndole “Jaimito, esto que hago yo, es lo que no se debe hacer”.

No sin cierta guasa decía un ecologista hace unos días que sería mejor para el medioambiente que Madonna, en lugar de prestarse amable y emocionadamente a participar en estos conciertos verdes, dejase de utilizar cientos de jets privados, altamente contaminantes, para desplazarse en cada gira. Porque, piénsenlo un instante: ¿alguien se cree realmente que a Madonna, a Enrique Iglesias, a Shakira o al mismísimo Al Gore les preocupa realmente todo esto? Hasta el más tonto sabe que, si fuesen ciertas las teorías del ex vicepresidente de los Estados Unidos, cuando llegue la anunciada tragedia al mundo, todo se seque y todos vayamos palmando de sed, ellos serán los últimos en dejar de tener agua a su disposición.

Al final, no se trata de si son ciertas o no las teorías de Al Gore –desde luego yo sí que no soy nadie para darles a ustedes ninguna clase de ciencias naturales-, se trata de que resulta muy extraño que no se permita a los científicos ponerse de acuerdo antes de aceptar universalmente una teoría, y se trata también de que es muy sospechoso que alguien se esté haciendo millonario a costa de esa supuesta catástrofe ambiental. Pero al margen de estas lógicas dudas, lo mejor de todo esto del Live Earth han sido las declaraciones de del líder de Pet Shop Boys, que rechazó la invitación a participar con una frase histórica: “Yo siempre estuve contra la idea de que las estrellas del rock den lecciones a la gente, como si supieran algo que el resto ignora".

 
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