El dúo Carla Bruni-Sarkozy logra dopar el orgullo nacional de los franceses

La presencia de la primera dama junto a Nicolas Sarkozy en Gran Bretaña ha provocado una especie de dopaje del orgullo nacional.

Sí, Carla B-S ha seducido a los británicos, pero sobre todo ha conquistado a los franceses. Ha sido ella la que les ha servido en bandeja la admiración de sus eternos enemigos. Ha sido Carla la que ha logrado que el desapego de los ingleses se transforme en una corriente de interés, y eso no tiene precio.

Físicamente, la naturaleza le ha hecho muchos dones, pero Carla B-S ha demostrado que tiene la sensibilidad y la habilidad suficientes para vestir el traje de primera dama de un país como Francia en el día de hoy. Ha sido un examen de 36 horas non-stop que ha aprobado merecidamente, porque el más mínimo fallo, un ligero tropezón habría sido subrayado con la misma intensidad con la que han saludado su actuación proclamándola “Reina por un día”.

Para algunos resultaba algo melosa y estática, pero Nicolas Sarkozy necesita un contrapunto a su exuberancia gesticular, y Carla se lo ha ofrecido en estos días.

Para otros, es inaceptable que se hable de la belleza y elegancia de la mujer del presidente en una visita de Estado en la que la construcción europea, la defensa o la energía nuclear, constituían el meollo del encuentro. Pero, si Carla B-S no hubiera acaparado los titulares, quizás lo hubiera hecho el desencuentro entre Sarkozy y Brown sobre la respuesta que merece China por la represión en el Tibet. Sin Carla, la “entente formidable” entre Francia y el Reino Unido, se habría transformado en el “desencuentro chino”.

 
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