Chechenia no volverá a arder

Gracias a las elecciones parlamentarias del pasado domingo, Chechenia tendrá finalmente todas las estructuras de poder previstas en la ley, las mismas que existen en las demás entidades federadas de Rusia. La votación transcurrió en un ambiente apacible, y fue supervisada en esta ocasión no sólo por observadores rusos y de los países que fueron soviéticos, sino también por examinadores más severos, pues la estricta Europa aceptó, tras algunos titubeos, enviar a representantes propios. Tampoco faltó la mirada atenta de la Liga Árabe, cuyo emisario ha calificado el proceso electoral como “suave” y “exento de problemas”. Y la evaluación de los países árabes posiblemente tiene, en este caso, más relevancia que la opinión de la OSCE o la UE, porque los comicios en Chechenia, aun respondiendo formalmente a los estándares universales, recordaban en plano psicológico el panorama electoral árabe. Antes de encaminarse a las urnas, por ejemplo, muchas familias pasaron un buen rato rezando por el éxito de la votación, y una vez en casa, hicieron el sacrificio ritual de un cordero con motivo de la fiesta. Todas las mesas electorales funcionaron en consonancia con el reglamento, el índice de afluencia a lo largo y ancho de la república fue alto y, según los datos preliminares, el partido oficialista Rusia Unida será proclamado ganador. Se trata de un resultado predecible y lógico, en primer lugar, porque esa formación había desarrollado sobre el terreno una campaña más intensa que los demás pretendientes, y en segundo, porque los electores también sopesaron consideraciones de índole económica: es precisamente Rusia Unida la que controla ahora los recursos presupuestarios, tan necesarios para la recuperación de Chechenia; un candidato independiente o un partido que tenga pocos escaños en el Parlamento federal no habrían sido de gran ayuda. A pesar de que Chechenia sigue siendo un asunto recurrente en Occidente, allí la realidad cambió hace ya un tiempo. Es cierto que todavía se producen tiroteos o explosiones pero, en general, Chechenia parece ahora la república más tranquila de cuantas acoge el Cáucaso del Norte. En épocas recientes, los atentados terroristas más sonados tuvieron lugar en otras partes: la toma de una escuela de Beslán, en la cual murieron centenares de niños, ocurrió en Osetia del Norte, y el fallido ataque contra varios edificios estratégicos de Nalchik se produjo en Kabardino-Balkaria. Me atrevería a afirmar que Chechenia ya no volverá a arder, aunque las actividades terroristas, esporádicas, van a continuar durante mucho tiempo. No volverá a arder a menos, claro, que se intente prenderle fuego desde el exterior. Es precisamente en el extranjero donde se recaudaban importantes recursos para la guerra en Chechenia, y son los mercenarios venidos de los más diversos países quienes predominan actualmente en el bando de los combatientes separatistas. Los canales de financiación internos han sido bloqueados, en su mayoría, por los servicios de seguridad rusos; hoy como nunca es imprescindible que los socios internacionales de Rusia en la coalición antiterrorista manifiesten su solidaridad. Por otro lado, los problemas internos de Chechenia, que siguen pendientes, ya no se plantean en términos tan acuciantes como antes. Hablando metafóricamente, buena parte del material combustible se ha quemado ya. La población está harta de la guerra. La independencia que otrora había prometido Masjádov acabó por generar más bien una actitud de recelo, debido al auge de la delincuencia, caos, colapso económico, indefinición del rango internacional, aplicación de la sharia, cabezas cortadas, tráfico de esclavos y demás placeres. Un nuevo incendio es imposible también porque las autoridades federales, que se han tropezado con numerosos problemas en Chechenia, dedican actualmente mucha atención a esta república, donde realizan grandes inversiones y luchan para que esos recursos no sean dilapidados. Puestos a considerar cuanto ha sucedido en Chechenia como una guerra, podríamos afirmar que Moscú primero la perdió durante el gobierno de Yeltsin, y luego la ganó con Putin, se diga lo que se diga a este respecto. Y no es una victoria meramente bélica. Ya después de la primera fase de la campaña militar se vislumbró en la sociedad chechena cierta división, y una parte considerable de los ex combatientes separatistas se pasaron al bando de los federales. Baste con recordar a Ahmad Kadyrov, uno de los líderes separatistas, convertido más tarde en el presidente prorruso de Chechenia y asesinado por los terroristas. Ahora viene una segunda oleada: entre los candidatos de las elecciones legislativas del domingo estaban varias personas que habían pertenecido al entorno de Masjádov. Lo cual significa que la fuerza no es el único componente que influye en la situación: el proceso político en Chechenia va avanzando y lo hace en una dirección conveniente para Moscú. La población quiere paz, recuperación económica y alguna solución para los problemas que parecen endémicos del Cáucaso, aunque en realidad aquejan también al resto de Rusia: las corruptelas, los clanes y la fusión de las estructuras criminales y las del poder. Lo que pasa es que en el Cáucaso es una enfermedad más enconada, profunda, basada en las tradiciones locales y, por tanto, muy difícil de curar. Es más: Moscú se encuentra aquí en una situación muy embarazosa. Según demuestra la experiencia de varios siglos, el Cáucaso no está en condiciones de curarse por sí mismo, mientras que la intervención del poder federal es vista por mucha gente, en particular, en Occidente, como una nueva manifestación de colonialismo. Se trata de un círculo vicioso que debe romperse con urgencia. El comisario plenipotenciario del líder ruso en el Distrito Federal del Sur, Dimitri Kozak, ha elaborado a este respecto un informe que es mucho más verídico y alarmante de lo que acostumbran a reconocer los propios habitantes del Cáucaso. Ahora que hay algunos visos de recuperación en Chechenia, Moscú debería ocuparse urgentemente del Cáucaso del Norte en su conjunto. Y ahí sí que no faltan, por desgracia, materiales combustibles.

 
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