La Comisión Europea y el trato de favor a los de fuera

Deben estar los americanos riéndose de nosotros –otra vez- y con razón al ver a la Comisión Europea y al marioneta de Almunia hacerles el caldo gordo a los gigantes yanquis de Internet a costa de los operadores europeos. Da vergüenza oír a los políticos de todos los signos hablar de fortalecer la industria y compararlo con lo que hacen cuando tienen oportunidad de hacer algo. Como si fuéramos todos delincuentes, esta semana los amigos de Bruselas han enviado una delegación a revolver entre los papeles de los despachos de tres solventes operadoras europeas de telecomunicaciones, cumpliendo las órdenes y deseos de Google y compañía.

Que tiene sorna que sea Google quien proteste porque alguien ostente el monopolio de no sé qué mercado de Internet, en el que ellos copan más del 90% de las búsquedas tanto en EEUU como en Europa sin que nadie les pare los pies. Y sin invertir, sin crear empleo ni riqueza ni valor, que no sea para ellos mismos claro.

Los organismos reguladores de Francia y Alemania ya han dado la razón a las operadoras frente a los OTT (over-the-top), aquellos servicios y contenidos transmitidos a través de infraestructuras de banda ancha sin que las operadoras y sus redes puedan controlar su distribución. Pero desde cuándo el regulador nacional ha frenado al ínclito Almunia…

Da toda la impresión de que la Comisión Europea y su comisario de Competencia, que el día que se jubile –si es que ese llega, porque lleva desde el 79 encadenando cargos públicos- pasará a la posteridad por haber dejado el sector hecho un solar) quieran ser más papistas que el Papa. Y es que aunque Almunia no tiene el honor de ser el único de sus colegas de Comisión que se pliega a los intereses del otro lado del Atlántico, sí que hace méritos para caer en gracia a las empresas yanquis por su magnanimidad: mientras se dedica a multar de forma ejemplar a empresas del Viejo Continente, es mucho menos contundente contra Google, cuyos expedientes por monopolio, abuso de los contenidos ajenos y conservación de datos, duermen el sueño de los justos en los polvorientos cajones de la Comisión.

Por si se puede tener la tentación de pensar que esto no es más que una forma de intentar agradar a los de fuera para que no huyan con sus dólares, ¿alguien se imagina algún organismo oficial estadounidense siendo mucho más protector con las empresas europeas con las del país de las barras y estrellas? Pues eso.

 
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